
EUSKONEWS 789 Zenbakia 2025-09-15
GALÁN, Elena
Las mujeres han sido siempre parte fundamental del sector primario, aunque su trabajo haya quedado muchas veces en la sombra. Sin embargo, la realidad es que no solo sostienen la producción de alimentos, sino que también transforman activamente el sector con nuevas formas de organización y un compromiso profundo con el territorio y la vida rural.
El 18 de febrero de 2025 se celebró en Bilbao la mesa redonda Sector Primario: Mujeres en el Ámbito Rural, moderada por Estíbaliz Apellaniz Ingunza dentro de las V Jornadas Las Mujeres en Bizkaia: Itinerarios de Progreso y Sororidad, organizadas por la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. No sería justo si dijera que la mesa fue solo ese día. Estíbaliz estuvo durante varios meses contactándonos, coordinándonos y sosteniendo toda la incertidumbre que pueden asegurarte tres personas que vienen de la ganadería: “quizá ese día me pille en plena paridera, quizá en plena campaña de queso, quizá no pueda encontrar quién reparta el forraje esa tarde…”.
Las participantes fuimos Itziar Bollar, copropietaria de la granja Urkitze (avícola y ganadera) de Igorre; Leire Sorhouet, socia de Bizkaigane Elkartea (vacas y ovejas en ecológico) y miembro de la ejecutiva del sindicato EHNE Bizkaia (Euskal Herriko Nekazarien Elkartasuna Bizkaia); y yo misma, Elena Galán, investigadora posdoctoral de BC3 (Basque Centre for Climate Change) y pastora asalariada de ovejas en el Pirineo, en Iparralde, durante la temporada de verano.
Siempre defiendo que el trabajo de científica es equivalente al de pastora o ganadera en el sentido de que ahorma tu modo de vida. Porque la curiosidad y la obsesión reemplazan al sentido común y desestructuran lo que se entiende hoy en día como una organización del día a día “normal”, de manera que, aunque el ejercicio del oficio sea tan diferente, la entrega nos arrastra a otro orden de prioridades, muchas veces dejando de lado las del propio cuerpo. En Itziar y Leire encontré dos espejos. Dos mujeres con formación universitaria que han ejercido la profesión que se esperaba de ellas y que, en un momento dado, aparentemente dieron un giro a sus vidas para dedicarse al sector agrario. No verbalizamos los motivos, pero apostaría a que todas nos hemos sentido en algún momento con las raíces demasiado fuera de la tierra.
En común tenemos que hemos ido desarrollando el oficio y la profesión para, más o menos, ganarnos la vida en el sector ganadero, por ahora. También compartimos que se trabaja sin horarios y en jornadas largas o a media jornada, como dice Txiplas en Bizkaigane: “la media jornada ganadera, es decir, 12 horas al día, 7 días a la semana”. Las tareas son variadas y las marcan las estaciones, de manera que nuestra vida se organiza en ciclos. Presentamos algunos ejemplos de las dificultades del día a día y cómo se han resuelto: Itziar resolvió la falta de espacio en el almacén haciendo silo (envolviendo las balas de hierba en plásticos con mayor humedad y provocando una fermentación) en vez de forraje, y así pudo dejar las balas al aire libre. Leire nos explicó cómo se van abriendo camino tratando de hacer efectivo el relevo generacional.
Lo que más me impactó fue que, contrariamente a la tendencia de las últimas décadas de reducir el número de trabajadores por proyecto para hacer el trabajo más rentable, ellos han aumentado el grupo. La colectividad les permite tomarse descansos ocasionales y, al mismo tiempo, mejorar las condiciones laborales. Me impactó porque pone de relieve algo que se nos suele pasar por alto: la fragilidad humana, el reconocimiento de los límites físicos y emocionales, la importancia de estructuras laborales justas y la vulnerabilidad frente a tendencias económicas. Yo expliqué cómo organizo la zona a pastar por agrupaciones vegetales y estado fenológico para poder tomar decisiones y establecer circuitos de pastoreo, siempre en negociación con las ovejas. El objetivo es evitar el sobrepastoreo.
La organización del trabajo en los tres casos es un problema a resolver y muy diferente en cada caso. Itziar (y Koldo, su marido) consiguió un manejo más eficiente de las instalaciones de sus gallinas ponedoras (camperas) y delegaron todo el trabajo de comercialización integrándose en la cooperativa Euskaber. En un sector donde tradicionalmente no existen las vacaciones y te animan a ser muy competitivo, Leire y sus compañeros de la cooperativa han conseguido organizarse internamente para poder tener bajas, fines de semana y vacaciones mientras los animales siguen estando atendidos. También han construido colectividad externamente y han tejido redes para buscar soluciones conjuntas a problemas que son generalizados y sostenerse mutuamente.

En verano el rebaño está en los comunales de montaña y es cuando se contratan pastores asalariados.
En invierno el rebaño está en el valle y los pastores asalariados tienen que buscarse otro trabajo.
Fuente: elaboración propia.
Por mi parte, yo he conseguido un equilibrio entre el trabajo de pastora asalariada en los pastos comunales de media montaña en verano y el trabajo en la oficina en invierno, de manera que puedo dedicarme a ser pastora sin tener tierras en propiedad. Estas tres dificultades —la comercialización a un precio digno, las condiciones laborales y el acceso a la tierra— son de las mayores que experimenta quien quiere dedicarse a producir alimentos hoy en día.
No lo comentamos explícitamente, pero pude entrever en las presentaciones que tenemos un código ético muy parecido respecto a lo que significa el cuidado de los animales. Tiene que ser un manejo extensivo, es decir, que estén en el exterior lo máximo posible, excepto para algún manejo particular, por ejemplo, para la temporada de partos en ovejas o por la noche las gallinas, que se recogen en la nave ellas mismas. Además, el tamaño de los rebaños no tiene que ser excesivamente grande. En realidad, lo más pequeño posible, así se minimizan los residuos (gallinaza, estiércol) cuando están juntos y van a estar siempre mejor cuidados.
¿Y los cuidados?
Itziar nos cuenta que cuando ella estaba trabajando de profesora lejos del baserri, era su marido, Koldo, quien se ocupaba de los niños, porque es en su casa, en el baserri, donde se ejerce la actividad agraria. La relación entre el baserri y su familia ha tenido que construirse de manera muy respetuosa y cariñosa, a juzgar por el entusiasmo y la ilusión con que la miraban desde el público.
Leire confiesa que ella puede trabajar la “media” jornada ganadera porque su compañero Carles se ocupa de tener la comida preparada para cuando ella ha llegado. Yo admito que, en mi caso, como soy asalariada, disfruto de fines de semana (me hacen relevo los propietarios de las ovejas) que aprovecho para comprar provisiones, y que las demás necesidades materiales (vivienda y combustible para calentar y cocinar) entran en mi contrato. También quiero constatar que, aunque pase sola la mayor parte del tiempo durante esos meses, la soledad es muy diferente cuando a una la esperan. Y a mí me esperan muchas personas muy queridas, y al hacerlo, me cuidan en la distancia.
Se me hace difícil hablar del trabajo de cuidados en la actividad ganadera porque todo se junta, no se distingue el producir del no producir, simplemente porque el no producir forma parte del producir. Porque no se puede producir sin cuidar; rápidamente sucumbes. Sé que ya hay mucho escrito sobre esto: escuelas de pensamiento, diagnósticos y análisis mucho más elaborados que el mío, que quizá podría mejorar si me documentara, pero he decidido que no.
Quería escribir esta crónica desde lo que he vivido corporalmente a través de mi experiencia y no quitarle la voz a quien puede y sabe usarla perfectamente. Me refiero a las mujeres ganaderas y baserritarras organizadas, como Ganaderas en Red, Ramaderes de Catalunya o Etxaldeko Emakumeak. Ellas han publicado y siguen publicando muchísima información, visibilizando sus realidades, reivindicando sus necesidades y apoyándose unas a otras, poniendo sobre la mesa —nunca mejor dicho— qué tipo de sistema alimentario queremos para la sociedad.
Solemos pensar que el mundo de las oficinas y el de los pastores están desconectados porque están alejados físicamente. Pero la realidad es que, por mucho que vayamos por la montaña fotografiando ovejas, seguiremos estando muy lejos de ellas si seguimos ignorando cómo nuestros actos cotidianos influyen en el paisaje, las agriculturas y los modos de vida.
Además de saludar a la pastora, podemos comprender que nuestras elecciones alimentarias están ligadas, a veces con conexiones demasiado complejas, a los lugares que producen alimentos. Mirar con consciencia no es mirar con culpa, porque la culpa paraliza; significa reconocer el poder transformador de nuestros hábitos de consumo. Como repiten en Bizkaigane: “El primer acto político del día es el desayuno”.
Nota: Han sido fundamentales las correcciones y el soporte de Estíbaliz Apellaniz, Itziar Bollar y Leire Sorhouet.
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