Euskadi no nuclear: batalla ganada. El futuro sigue siendo nuestro

 
 
Alcaldesa de EA y miembro de la Comisión de Defensa de una Costa Vasca No Nuclear respectivamente

Euskadi no nuclear: batalla ganada. El futuro sigue siendo nuestro

Un pequeño comando de la sociedad civil, pocos, pero bien armados argumental e ideológicamente, estábamos liándola parda. Nada menos que convenciendo a todo Euskal Herria de que, o acabábamos con la locura electronuclear, o la salud, la seguridad y la identidad de nuestro pueblo acabaría para generaciones.
 
NAIZ 2018/06/02
En Euskal Herria la llamada «transición» no ocurrió como acostumbran a contar. Es verdad que en el Congreso de Madrid participaban representantes políticos de Euskadi, que en las negociaciones se hicieron referencias a los derechos históricos, a la condición nacional. Se pergeñó la Constitución y se aprobó el Estatuto de Gernika...

Pero la población «pasaba» literalmente del concilio postfranquista. Se limitó a acudir a los llamamientos electorales con más pena que gloria, entre abstenciones, síes bemoles y noes sostenidos...

Y es que la gente estaba a lo suyo. Se venía de un infierno atroz, pasando por muchos años del purgatorio nacionalcatolico... Hasta que en los primeros sesenta, entre los que nunca claudicaron y los que aflorábamos ilusionados a la dura realidad, este pueblo recuperaba el tren de la historia. El arte, la literatura, la música, el euskara, la identidad nacional... se renovaban y renacían con pujanza entre el llanto, el crujir de dientes y el ánimo irreversible.

Para cuando televisión española mostró al Arias Navarro con aquello de «españoles, Franco ha muerto», muchos de nosotros, toda la gente viva y luchadora que yo al menos conocía estábamos en otra cosa.

Y un pequeño comando de la sociedad civil, pocos, pero bien armados argumental e ideológicamente, estábamos liándola parda. Nada menos que convenciendo a todo Euskal Herria de que, o acabábamos con la locura electronuclear, o la salud, la seguridad y la identidad de nuestro pueblo acabaría para generaciones.

Cuando se creó la Comisión de Defensa de una Costa Vasca No Nuclear, allá por 1973, para luchar contra la construcción de cuatro plantas de generación eléctrica con energía nuclear, en Deba, Ogella (Ispaster Ea) y Lemoiz en la costa y la de Tutera, seguíamos en una dictadura, no había partidos políticos, ni medios de comunicación libres, ni derechos de expresión, reunión y manifestación. Pero existían al menos dos factores esenciales, que bien utilizados, podrían ser letales para las intenciones pro nucleares de una oligarquía eléctrica y una administración estatal a su entera disposición. Uno era la decidida e imparable voluntad popular de recuperación de la identidad y otra una sociedad civil muy organizada pese a las trabas del Estado totalitario.

La Comisión se nutrió de representantes de asociaciones de familias y vecinos, entonces puntas de lanza de la organización social civil, y se rodeó de un valioso equipo de científicos y juristas. Su trabajo se centró en la información y la concienciación de la comunidad, la batalla jurídica en todos los frentes e instancias hasta agotar todas las vías, y en la movilización social.

Pronto se creó una estructura civil propia como fueron los Comités Antinucleares de Euskadi, presentes en todos los pueblos y barrios, plurales, creativos y espontáneos, artífices de la mayor lucha popular contra proyectos nucleares que en el mundo han sido.

Y así, atrapados en esta crucial batalla, fue transcurriendo en el Estado la transición. Se legalizaban partidos y a ellos acudíamos a transmitirles nuestra zozobra. Nos reunimos con el Consejo General Vasco, estuvimos en Gernika en la toma de posesión del primer lehendakari, tuvimos entrevistas con todos los sindicatos, ayuntamientos implicados, colegios profesionales, medios de comunicación...

El pueblo percibió que la verdadera transición democrática estaba ocurriendo en esa batalla por paralizar Lemoiz, único proyecto en construcción. Y por eso se entregó, se desvivió literalmente (prestó sus sacrificios irreparables de vidas como todas las luchas de todos los pueblos que se han enfrentado a la razón de la fuerza), agotó todas las vías a su alcance y finalmente ganó la batalla. Y con ello consiguió mantener intactas sus opciones a la identidad y a la libertad, consumando la verdadera «transición».

En julio de 1981, casi una década después de iniciada la controversia, con Lemoiz todavía amenazante, la Comisión de Defensa publicaba un comunicado titulado "25 Razones para la definitiva paralización de Lemóniz", contundente, irrefutable, resumen de todo el argumentario utilizado. Y la razón 25 decía textualmente: «25. Finalmente y sin ser exhaustivos, Lemóniz no puede cumplir las normas, regulaciones y recomendaciones del país origen de los reactores (densidad de población, distancia a un centro habitado, evacuación de emergencia etc.). Lemóniz no puede imponerse contra la voluntad de una gran parte del pueblo vasco, máxime cuando su funcionamiento hipotecaría irreversiblemente a nuestras generaciones futuras y la viabilidad de una Euskadi libre, en paz y libertad. Al llevar razonando más de ocho años esta oposición y la paralización del proyecto, bajo ningún concepto se puede hoy aducir la política de hechos consumados, mucho menos razones económicas que pierden además totalmente su vigencia al considerar el largo horizonte temporal de sus impactos y repercusiones. No son válidos argumentos coyunturales, ni puede acudirse cínicamente a argumentos catastróficos y chantajes inaceptables. Solo sin Lemóniz podrá Euskadi tener un futuro esperanzador».

Ahora en 2018, los próximos sábado y domingo, 2 y 3 de junio, tenemos en la localidad de Ea (Bizkaia) unas jornadas antinucleares, ecologistas y de preparación de un futuro sostenible, con energías limpias. Nace ahora en Ea la Fundación Enaden Begiak, que recoge el testigo y lo proyecta al futuro de Euskal Herria libre y dueña de sus recursos naturales. Ahí estaremos.

Comentarios