Campanades a morts



El desdén puede llegar a grandes cotas de injusticia y desprecio por la libertad cuando es practicado por las clases dirigentes, esas a las que se les llena las bocas de palabras que definen grandes conceptos que ellos se han encargado de prostituir, esas que prometen a sabiendas de que  van a incumplir pensando que todos, menos ellos, somos tontos o ignorantes, esas que se olvidan con frecuente facilidad que su única misión es estar al servicio del pueblo, para creerse propietarios de la verdad absoluta o poseedores a su antojo de las riquezas de una nación… como de forma triste y patética se ha demostrado en estos últimos años en este país que, se supone, es democrático y garante de la libertades individuales y colectivas. Y al pueblo, el que todo lo sufre y todo lo aguanta, no le queda a veces más recurso que salir a la calle para gritar su angustia, su rabia, su frustración… y entonces se le insulta, se le ultraja, incluso se le maltrata…
Era el 3 de marzo de 1976, la ciudad Vitoria-Gasteiz, en plena transición de la dictadura franquista a la época democrática. Desde el mes de enero de ese mismo año se había iniciado una huelga de trabajadores contra el decreto del nuevo Gobierno de Arias Navarro sobre los topes salariales y en demanda de mejoras laborales, y el 3 de marzo se declaró una huelga general. En la iglesia de San Francico de Vitoria se había  reunido una gran multitud en asamblea y desde el Gobierno se ordenó el desalojo del templo y la disolución de tal reunión. El párroco intentó impedirlo incluso mencionando el Concordato con la Santa Sede, pero todo fue inútil y las “fuerzas del orden” lanzaron botes de gas lacrimógeno dentro del recinto. El público salió asustado y con síntomas de asfixia, pero fuera les aguardaba el terror, pues el único diálogo que les esperaba era el de las balas y las porras… Pedro María Martínez Ocio, trabajador de Forjas Alavesas, de 27 años y Francisco Aznar Clemente, operario de panaderías y estudiante, de 17 años, murieron en el acto por heridas de arma de fuego. Romualdo Barroso Chaparro, de Agrator, de 19 años, José Castillo, de Basa, una sociedad del Grupo Arregui, de 32 años y Bienvenido Pereda, trabajador de Grupos Diferenciales, con 30 años, resultaron muy mal heridos y morirían días después por heridas de bala. Además de estas cinco muertes, se contabilizaron cerca de setenta heridos graves y cientos de heridos leves…
Manuel Fraga Iribarne era el ministro responsable de la fuerzas del orden durante estos sucesos, pero se encontraba en Alemania cuando tuvo lugar la masacre y fue Adolfo Suárez González, el Ministro Secretario General del Movimiento, quien le sustituía. Sin embargo el Secretario General del SPD de Alemania se negó a recibir a Fraga considerándolo responsable directo de los hechos. De vuelta a España, Manuel Fraga Iribarne, entonces Ministro de la Gobernación, junto con Rodolfo Martín Villa, Ministro de Relaciones Sindicales, y el General Campano, director de la Guardia Civil, visitaron a los heridos en los hospitales intentando reducir el impacto de rechazo popular que estaba en ascenso.
El resultado fue totalmente el contrario del que esperaban los represores, pues cuando se trata al pueblo como a vulgares delincuentes la razón de cualquier gobierno pierde toda legalidad… quien es incapaz de escuchar y dialogar es incapaz de gobernar… Y el pueblo español había cambiado el miedo por la indignación.

Frente a estos hechos, el siempre comprometido y sensible cantautor de los oprimidos, el poeta y compositor catalán Lluís Llach compuso, como homenaje a la muerte de los cinco obreros, el impresionante tema musical “Campanades a morts” (Campanadas a muertos), que da título a su álbum editado en 1977 con un total de cinco canciones, todas verdaderas obras de arte, las cuales tocan diferentes temas, pero teniendo en común el ser antónimos del desdén: “Campanades a morts”, “A la taberna del mar”, “Laura”, “Vinyes verder vora el mar” y “Cançó d’amor”.
“Campanades a morts”, es una de sus obras más ambiciosas, complejas e importantes, donde Lluis Llach realiza un gran trabajo musical, poético e interpretativo. Llach pone su voz al servicio de la memoria colectiva y denuncia los asesinatos que se produjeron en Vitoria, aunque, al escribirla en los día posteriores a los sucesos, sólo cite tres muertes en lugar de los cinco. El tema se inicia con una marcha fúnebre, que le da un aire trágico, y continúa con una descripción, entrando posteriormente en un oratorio donde la tragedia se hace colectiva y finaliza con un canto a la resistencia popular. Las influencias musicales son muy variadas, pues van desde Berlioz y el impresionismo francés, sobre todo en el uso del metal, hasta Brahms o Mahler, con las cuerdas de la segunda parte, junto con otros recursos propios o populares que, por inesperados, dan bastante originalidad y fuerza a la estructura general. Pero donde realmente se observa la madurez artística de Llach es en su texto poético, manteniendo siempre un lirismo muy inspirado, hay momentos trágicos y apasionantes, apuntando incluso a situaciones épicas, pero huyendo siempre de la fácil demagogia.

CAMPANADES A MORTS
I

Campanades a morts
fan un crit per la guerra
dels tres fills que han perdut
les tres campanes negres.

I el poble es recull
quan el lament s'acosta,
ja són tres penes més
que hem de dur a la memòria.

Campanades a morts
per les tres boques closes,
ai d'aquell trobador
que oblidés les tres notes!
Qui ha tallat tot l'alè
d'aquests cossos tan joves,
sense cap més tresor
que la raó dels que ploren?

Assassins de raons, de vides,
que mai no tingueu repòs en cap dels vostres dies
i que en la mort us persegueixin les nostres memòries.

Campanades a morts
fan un crit per la guerra
dels tres fills que han perdut
les tres campanes negres.

II

Obriu-me el ventre
pel seu repòs,
dels meus jardins
porteu les millors flors.

Per aquests homes
caveu-me fons,
i en el meu cos
hi graveu el seu nom.

Que cap oratge
desvetllí el son
d'aquells que han mort
sense tenir el cap cot.

III

Disset anys només
i tu tan vell;
gelós de la llum dels seus ulls,
has volgut tancar ses parpelles,
però no podràs, que tots guardem aquesta llum
i els nostres ulls seran llampecs per als teus vespres.

Disset anys només
i tu tan vell;
envejós de tan jove bellesa,
has volgut esquinçar els seus membres,
però no podràs, que del seu cos tenim record
i cada nit aprendrem a estimar-lo.

Disset anys només
i tu tan vell;
impotent per l'amor que ell tenia,
li has donat la mort per companya,
però no podràs, que per allò que ell va estimar,
el nostres cos sempre estarà en primavera.

Disset anys només
i tu tan vell;
envejós de tan jove bellesa,
has volgut esquinçar els seus membres,
però no podràs, que tots guardem aquesta llum
i els nostres ulls seran llampecs per als teus vespres.

IV

La misèria esdevingué poeta
i escrigué en els camps
en forma de trinxeres,
i els homes anaren cap a elles.
Cadascú fou un mot
del victoriós poema.

CAMPANADAS A MUERTOS

I

Campanadas a muertos 
 lanzan un grito para la guerra
de los tres hijos que han perdido
las tres campanas negras.

Y el pueblo se recoge
cuando se acerca el lamento;
son ya tres penas más
para nuestra memoria.

Campanadas a muerto
por las tres bocas cerradas;
¿ay de aquel trovador
que olvidara las tres notas!

¿Quién segó el aliento
de aquellos cuerpos tan jóvenes
sin otro tesoro
que la razón de los que lloran?

Asesinos de razones y de vidas,
que nunca tengáis reposo a lo largo de vuestros días
y que en la muerte os persigan nuestras memorias.

Campanadas a muertos
lanzan un grito para la guerra
de los tres hijos que han perdido
las tres campanas negras.

II
Abridme el vientre
para su reposo,
de mis jardines
traed las mejores flores.
Para estos hombres
cavadme hondo
y en mi cuerpo
grabad sus nombres.
Que ningún viento
perturbe el sueño
de quienes han muerto
sin humillar la cabeza.
III
Diecisiete años, solo,
y tú tan viejo;
celoso de la luz de sus ojos
has querido cerrar sus párpados
pero no podrás, porque todos guardamos esta luz
y nuestros ojos serán relámpagos para tus noches.
Diecisiete años, solo,
y tú tan viejo;
envidioso de una belleza tan joven
has querido desgarrar sus miembros
pero no podrás, porque recordamos su cuerpo
y cada noche aprenderemos a amarlo.
Diecisiete años, solo,
y tú tan viejo;
impotente para el amor que él tenía
le has dado la muerte por compañera
pero no podrás, porque por todo aquello que él amó
nuestro cuerpo estará siempre en primavera.
Diecisiete años, solo,
y tú tan viejo;
envidioso de una belleza tan joven
has querido desgarrar sus miembros
pero no podrás, porque todos guardamos esta luz
y nuestros ojos serán relámpagos para tus noches.
IV
La miseria se hizo poeta
y escribió en los campos
en forma de trincheras
y los hombres marcharon hacia ellas.
Cada uno fue una palabra
del victorioso poema.

Comentarios