Otegi aspira a enderezar el rumbo político de la izquierda aberztale

Íñigo Corral *

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Arnaldo Otegi en una imagen de archivo. / Efe
SALE MAÑANA DE PRISIÓN TRAS CUMPLIR UNA CONDENA DE SEIS AÑOS
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José Luis Urrosólo Sistiaga salió ayer de prisión después de 20 años. Langile (trabajador) era el alias del terrorista que en la década de los ochenta fue un icono para ETA y la izquierda abertzale. Su fuerte carácter le llevó incluso a llamar “gilipollas” e “hijoputa” (sic) a un dirigente de la organización terrorista tan duro como Francisco Mujika Garmendia sobre quien llegó a decir que “cuando le pida cuentas va a ser con el cacharro (pistola) encima de la mesa y lo que voy a hacer es darle cuatro hostias”. Para la justicia, hoy es un arrepentido tras renunciar a la violencia y para la izquierda abertzale un traidor. Sólo le quedan los suyos. A salida de la prisión de Zaballa sólo un hombre y una mujer a bordo de un BMW fueron a recogerle.

Mañana, después de seis años, será excarcelado Arnaldo Otegi, otro icono de la izquierda abertzale de finales de la década de los noventa y principios de siglo. Su figura se mantiene incólume entre los suyos. Su excarcelación abre nuevas expectativas políticas en Sortu, una formación política un tanto desnortada y sin un líder carismático en los últimos años. Para la justicia es un preso que ha cumplido condena y para la izquierda abertzale es la vuelta de un valiosísimo referente político. Otegi recibirá cariñosos homenajes de los suyos. No se sentirá sólo. Incluso podrá pasear por Elgóibar con la cabeza bien alta y no como Urrósolo cuando lo quiera hacer por su Pasajes natal.

El contador de su página web se pondrá a cero en 24 horas. La cosa va de números porque el preso número 8719600510 ha permanecido 2.330 días en prisión donde ha cumplido 57 años. Durante sus últimos 29 días en la cárcel de Logroño inició con sus seguidores en sus cuentas Facebook y Twitter, manejadas por su hijo Hodei, una curiosa cuenta atrás exhibiendo fotografías de personajes famosos que contenían el guarismo correspondiente a los días que le quedaban para ser excarcelado. Como aficionado al deporte, mostró cuando le quedaba algo más de tres semanas el número 23 de la camiseta de los Chicago Bulls que correspondió durante muchos años a Michael Jordan. Hizo un guiño al nacionalismo catalán con Gerard Piqué y su manita al Real Madrid cuando le faltaban cinco días o con la camiseta del 19 de Leo Messi. Como hincha de la Real Sociedad, publicitó el 11 de Mikel Aramburu y cuando le quedaba una semana se acordó del 7 que lució Eric Cantona en el Manchester United.

La Euskadi que Otegi verá a su vuelta será políticamente muy distinta a la que le tuvo como actor protagonista durante más de una década. Los tiempos aquellos en que Euskal Herritarrok (la sucesora de Herri Batasuna) logró en 1998 221.000 votos en la Comunidad Autónoma Vasca (CAV), a los que se pueden sumar los 47.000 que obtuvo un año más tarde en Navarra han quedado atrás. En aquella época ETA declaró un alto el fuego que muchos entendieron como irreversible, lo que sirvió para que los nacionalistas firmaran el pacto de Lizarra. A Otegi se le comparó con el líder de Sinn Feinn, Gerry Adams, que el Viernes Santo de ese mismo año había logrado firmar los acuerdos de paz con los unionistas en el castillo Stormont con el compromiso del IRA de abandonar la lucha armada y entregar las armas.

Cualquier paralelismo con la causa irlandesa saltó por la aires cuando el 22 enero de 2000 cuando fue asesinado en Madrid el teniente coronel Pedro Antonio Blanco. ETA llevaba entonces 18 meses sin realizar atentados, el periodo de tiempo más largo de inactividad hasta entonces y, quien durante meses fue considerado como la locomotora de Lizarra, no supo frenar el ansia de sangre de los terroristas, y el entonces lehendakari Juan José Ibarretxe rompió de forma unilateral el acuerdo de Gobierno alcanzado con la izquierda abertzale. Comenzó entonces el acoso policial a lo que el Tribunal Supremo denominó como el “brazo político de ETA”. Entre el juez Baltasar Garzón y el Gobierno de José María Aznar hicieron la vida imposible a la izquierda abertzale. Mientras la justicia ahogaba su sistema de financiación y de apoyos, en lo que se llamó ‘la trama civil de ETA’, el Gobierno, aplicando la Ley de Partidos Políticos, le expulsó de todas las instituciones democráticas. Como es lógico, Batasuna empezó a acusar el golpe.

Otro atentado, casualmente también en Madrid y para anunciar la ruptura de otra tregua, fue el principio del fin. Otegi no quiso condenar sino ‘lamentar’ aquella vileza que acabó con la vida de dos inmigrantes. Aquel “hombre de paz”, como le llegó a definir José Luis Rodríguez Zapatero, se vio en la tesitura de buscar la paz con el resto de las fuerzas democráticas o hacerlo desde el interior. Escogió el lado oscuro de la ley. Lo ha pagado en la cárcel. Ahora, la izquierda abertzale ha empezado a entonar el mea culpa con cuentagotas y a reconocer el daño causado durante cuatro largas década. Es un primer paso pero insuficiente. Lo que espera el resto de la sociedad es que exija a ETA que entregue las armas y que se disuelva.

Un destacado dirigente de PNV afirma para cuartopoder.es que Otegi puede ser “catalizador” del proceso político abierto en una izquierda abertzale con “serios” problemas internos donde las disidencias se han hecho públicas “como las agresiones que se produjeron el otro día en la parte vieja de Donosti”. Para este dirigente lo que se está cuestionando es el liderazgo de Hasier Arraiz debido el “malestar” que han causado los últimos resultados electorales donde “los de Podemos les han mojado la oreja” o la última encuesta que refleja que la formación de Pablo Iglesias les superaba en las próximas elecciones autonómicas. El PNV cuenta con que Otegi sea quien encabece las listas de la coalición abertzale, “algo -dicen- que no nos preocupa porque no nos quita votos”, y señalan que algunos parlamentarios de EH Bildu reconocen en privado su “preocupación” por el “palo” que se han llevado en las elecciones generales. De hecho, han empezado a dar un giro a su política, “al punto de que van a apoyarnos -aseguran- en la votación de una de las leyes más importantes de esta legislatura como la Ley Municipal”.

Otegi, según relataba el domingo el diario Gara, ha retomado sus estudios de Derecho y ha dedicado buena parte de su tiempo libre a leer libros de política como El hombre que amaba a los perros de Leopoldo Padura o a ver espacios televisivos dedicados a la política como La sexta columna. Ahora quiere recuperar protagonismo justo en el momento en que la estrategia política de EH Bildu está en entredicho. Lo que ocurre es que jurídicamente resulta cuestionable que pueda presentarse a las próximas elecciones autonómicas previstas en un principio para octubre e incluso no se descarta que, si se repiten las elecciones generales, opte por hacer política en Madrid. Hace mes y medio, la Audiencia Nacional lo dejó claro: seguirá inhabilitado hasta el 28 de febrero de 2021, cuando se cumplan diez años de su ingreso en prisión, una decisión que ya es firme puesto que su defensa no la recurrió.

Sin embargo, de sus sentencias condenatorias se puede extraer otra conclusión. La Audiencia Nacional estableció una condena de “diez años de prisión y a una inhabilitación especial para el ejercicio del derecho de sufragio pasivo por igual tiempo e inhabilitación especial para empleo o cargo público por un tiempo de diez años”. El Tribunal Supremo redujo su pena a seis años y “con la inhabilitación especial acordada por la Audiencia por el tiempo de la condena”. Fuentes jurídicas sostienen que si el fallo le inhabilita del derecho a sufragio pasivo durante el tiempo que dure la condena, esto es, a votar o a ser votado, “resulta obvio que puede presentarse como candidato”. Y por lo que respeta a la inhabilitación especial para empleo o cargo público por un tiempo de diez años, las mismas fuentes precisan que se hace referencia a trabajos relacionados con la administración “lo que le impediría ser funcionario de un Ayuntamiento pero no el que se presente como candidato en unas elecciones”. En cualquier caso, la respuesta jurídica, según las fuentes consultadas, ya no le correspondería a la Audiencia Nacional, sino a la Junta Electoral de la circunscripción correspondiente o, en su defecto, a la Junta Electoral Central.
(*) Íñigo Corral es periodista.

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