Olentzero, de oscuro personaje a mago barbudo


Olentzero, de oscuro personaje a mago barbudo

EUSKONEWS Emilio Xabier DUEÑAS

Lagundu



La Navidad no es algo totalmente marcado por la tradición. Las modas de cada momento impulsan la variación. Es un intento por mantener la supervivencia, la estética de las formas o el respaldo de una parte de la población en base a la espectacularidad de ciertos eventos y solapando, o en lugar de, la preservación de la casa y el hogar, los animales domésticos, etc. de antaño.

En una sociedad consumista, el color rojo de un aditamento, la colocación del árbol en el salón o la toma de uvas o lentejas al finalizar el año, son fórmulas de (buena) suerte, felicidad y buenos deseos, que sustituyen determinados fundamentos como son los efectos profilácticos que tuvieron en origen diversos rituales y, por supuesto, en épocas de austeridad, la falta de alimento.

Por lo tanto, la búsqueda de elementos identitarios, simbólicos y tangibles (o intangibles), se convierten en cada sociedad y momento histórico en una necesidad a cubrir: bien con base cultural, generalmente con una autoctonía relativa; bien como materialización de la modernidad trasladada desde el ámbito global a espacios específicamente reducidos.

Las primeras aportaciones documentales

Olentzerorekin etxez etxe (Oiartzun)
Olentzerorekin etxez etxe (Oiartzun).
Foto: E-X Dueñas (24/12/1999)
El Apalpador (un “palpador” de la tripa de los niños), es un personaje poco conocido, incluso en su tierra, Galicia. Sin embargo, en los últimos años hemos podido observar cómo aparecen ciertas noticias en la prensa gallega, en la que dicha figura se ha convertido en el Santa Claus de turno. Algo similar podría estar sucediendo en Cantabria con el “Esteru” (leñador). Ambos elementos, son parte integrante de los cuentos transmitidos oralmente, a los cuales se les ha modificado, de forma parcial y circunstancialmente, su recorrido.

En Euskal Herria, hace más de veinte años, no había una situación muy diferente. Alguien, o alguna entidad, tuvo la “feliz” idea consumista de dotar a la sociedad vasca de un elemento identitario de la Navidad del país, aprovechando la inercia de realización que arrastraban ciertos colectivos en su salida a la calle que, en diferentes núcleos de población importantes, habían allanado el camino. Quizá por necesidad, quizá por interés, fue adoptado de forma generalizada y adaptado a otra realidad, de la cual subsiste hoy en día.

Pero, qué ha sucedido a lo largo de los años, teniendo en cuenta que algunas de las primeras informaciones que vieron la luz, son sendos artículos aparecidos, por un lado en la RIEV, en 1918, del Padre Donostia y, por otro, en el Anuario de Eusko Folklore, número correspondiente a 1922; tal vez fueron estas noticias las que han dado, muchos años después, el soporte que ha sustentado todo el cambio posterior.

En el primer caso, el Padre Donostia no cita la procedencia geográfica de sus datos, atribuyendo la denominación de Olentzerolaris a toda ronda navideña. En cuanto al resto, tanto Manuel de Lekuona (Oiartzun), como José Miguel de Barandiarán (diferentes poblaciones y valles: Lesaka, Arakil...), o Juan de Iruretagoyena (Zarautz) exponen, aunque de forma abreviada, una serie de rituales y elementos que conforman noticias sueltas transmitidas, como no podía ser de otra forma, oralmente.
Olentzero descolg?ndose por el balc?n, no por la chimenea (Irunea)
Olentzero descolgándose por el balcón, no por la chimenea (Irunea).
Foto: E-X Dueñas (27/12/2009)

Datos clave que, asimismo, han servido de base a la gran mayoría de investigadores y autores posteriores, de la talla de Julio Caro Baroja o José Mª Satrústegui, o a los que han creado una importante cantidad de cuentos infantiles. Estos textos iniciales (de 1918 y 1922) nos describen dos aspectos, aunque interconectados, muy diferentes del personaje. Por un lado, la representación física(-simbólica): Olentzero muñeco o joven disfrazado que, en cuestación el día de Nochebuena, es trasladado en andas por niños o jóvenes con la intención de obtener unas viandas. Con cara tiznada por el carbón, pipa en boca, farol en mano, sentado en una silla y rodeado de ramas de laurel, se nos presenta con semblante grotesco. Se trata de la caricaturización de un elemento, mitológico o legendario, como al igual lo es el nombre del tronco o leño grueso que arde en el fuego, el cual da el calor pertinente para preparar la cena de tan especial noche.

Por otro lado, la simbolización producto de un hecho acaecido, transportado en el imaginario durante generaciones. En este caso, el personaje se nos muestra, siguiendo dichas primeras informaciones, con varias caras. En Oiartzun, es un carbonero que baja por la chimenea con una hoz en la mano. En Elduain, además, es necesario que la chimenea esté limpia, si no cortará la cabeza de los moradores. Las variantes van más allá: la argoma que porta le sirve para preparar un fuego en la cocina; las cenizas del fuego de esa noche sirven como elemento protector del ganado ante las enfermedades; o el personaje tiene tantos ojos como días del año más uno.

Tanto los relatos, breves sin duda, como asimismo las letras de las canciones, nos empujan a suponer una tendencia bicéfala. Con sus características físicas y actitud, aparentemente bondadosa, se nos muestra como una mascota con la que conseguir unos productos extras para llevarse a la boca en unas fechas tan señaladas como la Navidad; o, en contraposición, cómo su presencia dentro del hogar, entrando por la chimenea armado con una hoz, produce irritación y temor, al mundo infantil. Era el “coco” u “hombre del saco”, inculcado a los más pequeños.

Consolidación y extensión

Las noticias de la representación, lejos de eclipsarse con el paso del tiempo (primer tercio del siglo XX), comienzan a servir de poso en una sociedad que sigue siendo tradicional o que, siendo industrial procura, al menos con un empuje muy localizado, a tomar conciencia de lo que existe a su alrededor.

Así, muy poco después de los primeros pasos en darse a conocer al personaje (al menos literariamente), Pío Baroja, en 1931 por primera vez, y en posteriores trabajos de recuerdos de infancia y juventud, escribe sobre un joven vestido de Onentzaro y su salida en cuestación por el centro de Donostia, recuperando una antigua tradición olvidada.
Cada a?o en la Plaza Gipuzkoa (Donostia), se expone, junto a otras figuras del bel?n
Cada año en la Plaza Gipuzkoa (Donostia), se expone, junto a otras figuras del “belén”, una comparsa de Olentzero.
Foto: E-X Dueñas (24/12/2008)
Avanzando en el tiempo, en 1956, Olentzero era sacado de uno de sus lugares de origen (Lesaka), para convertirse en un (aunque incorrecta entendida representación a nivel institucional) personaje que baja del monte y recorre las calles de la vieja Irunea. Era tan especial dicha salida, que se le conocía en la capital navarra como el Olentzero de (la sociedad) San Antonio. Cincuenta y ocho años después, algunas cosas han cambiado y otras no tanto; permisos gubernativos de difícil obtención, trabas institucionales, iluminación propia de estas fechas navideñas, música de animación y ambiente, etc.

Otro año a tener en cuenta es 1968, fecha en la que un colectivo popular de Deustua (Bilbo) decide la incorporación, a sus actividades, el salir el día de Nochebuena por las calles durante la tarde con el muñeco, siendo acompañado el cortejo por txistularis.
Barba negra, saco a las espaldas, regalos... (Santurtzi)
Barba negra, saco a las espaldas, regalos... (Santurtzi).
Foto: E-X Dueñas (24/12/2011)

Sin embargo no es hasta aproximadamente 1975, con los últimos coletazos de la dictadura, cuando asociaciones culturales y políticas de todo tipo se suman a este fenómeno, formando una tupida red de celebración a través de Euskal Herria, que continuará en los años siguientes. Los fines son varios: desde la excusa para obtener un aporte dinerario para la asociación, hasta materializar un acto reivindicativo pro-vasco en una urbe con una importante cifra de inmigrantes.

Son pueblos de muchos habitantes donde ya no se ve únicamente un muñeco con cabeza grande, tocado con txapela, amplia blusa negra, pantalón azul con abarcas y pipa en la boca. En su versión viva, es posible verle con una blusa de cuadros, un chaleco, un pantalón de mil rayas o franela, unas abarcas de cuero... o una barba negra, probablemente para que el profesor de turno no sea reconocido por sus alumnos en la misma escuela.

Acto seguido, acercándose a la imagen del gordinflón Santa Claus, su barba negra se convierte en blanca, su panza se agranda, porta un saco sobre sus espaldas y se convierte en el embajador de la Navidad. El que lleva los regalos a niños y niñas: viajando en barco, montando a caballo, o llegando en tren. Su recorrido finaliza con una recepción popular y/o municipal, atendiendo a niños y niñas, quienes le exponen sus deseos anhelados de recibir regalos en la noche del 24 de diciembre.

Pero esto no queda aquí. La búsqueda de la igualdad de sexo, o género, fructifica con la invención de una compañera (en alguna de las antiguas versiones existía la mujer del carbonero). Por lo que, en los años noventa del siglo XX, nace Mari Domingi (título de una antigua canción recogida por Azkue), produciéndose un hecho interesante y este es la contradictoria imagen producida por un Olentzero vestido de casero, o con pantalón de mil rayas y una Mari Domingi con ropajes pesados, largas faldas y tocado corniforme, imitando los que llevaban las mujeres, de estatus superior, pintadas en cuadros de los siglos XVI-XVII.
Olentzero y Mari Domingi atendiendo los deseos de los m?s peque?os (Santurtzi)
Olentzero y Mari Domingi atendiendo los deseos de los más pequeños (Santurtzi).
Foto: E-X Dueñas (24/12/2013)

Esta es una parte del camino recorrido pero, por mucho que se intente cambiar la realidad, el parecido con otros personajes, los Reyes Magos, Santa Claus o Père Noël es más que evidente. No nos engañemos, tanto “Papá Noel” (Père Noël), como sus homónimos europeos son hijos del Santa estadounidense y nietos del Sinterklaas holandés, salvando los cambios literarios y de facto empresarial. No obstante, también se deben valorar los orígenes de unos y otros. Mientras los unos proceden, según la tradición, de sendos personajes relacionados con la religión cristiana como elementos humanos de carne y hueso, Olentzero, en principio, es un muñeco con entrañas vegetales o un ser vivo disfrazado que, en cierta medida, es uno más de los elementos que conforman la Mitología del país.

Olentzero y el Solsticio de Invierno

Cuentos y más cuentos, y no solo los imaginados por la gente en relación a una lectura determinada, tal y como sucede cuando escuchamos, en más de una ocasión, que Olentzero es un personaje precristiano, afirmando a continuación que, cuando tal y como certifica la letra de la canción, ha cogido un “pez” en la Zurriola (Donostia), se trata en el fondo de una borrachera. No sé si es extrañeza lo que me causa estas y otras aseveraciones, pero seguramente convertir un origen tan antiguo salpicado de una traducción coloquial tan actual a un texto, no hace sino simplificar el, de por sí, complejo sentido de las canciones que aluden a tan insigne personaje.
Olentzero y Mari Domingi atendiendo los deseos de los más pequeños (Santurtzi)
...arrraultzetzuekin... arrain hori...
Foto: J.I. Dueñas (24/12/1986)
Sin embargo, la transformación temporal se ha materializado, en el ámbito literario, en cuentos de calidad no contrastada. La falta de rigor en algunas aseveraciones y la escasa intención de profundizar dan como resultado un freno importante en la investigación y posterior divulgación.

En este sentido, fiesta y contexto amoldan la imagen a los tiempos actuales: la penetrante fuerza sobre el cometido del carbonero o leñador, juerguista o comilón, existentes en el inconsciente colectivo en las poblaciones de origen, el nerviosismo convertido en ilusión fantástica de niños y niñas ante su cercana llegada a cada hogar, o la repercusión vecinal en el recorrido local, al parecer, son argumentos suficientemente válidos para proseguir, no solo con su implantación, la cual se ha conseguido en mayor medida, con el fomento de su constante cambio de imagen en los medios de comunicación.

Aquel muñeco de apariencia bonachona es el centro de defensa de una tradición “de siempre”, o “de toda la vida” en lugares donde no se ha conocido de su existencia hasta los años ochenta del siglo XX. La tradición la almacena, la conserva y la transmite el pueblo. Pueblo que, también, efectúa los cambios correspondientes, consciente o inconscientemente y que, en diversas ocasiones, se acompaña de rituales interconectados con Olentzero.

La quema de uno o varios troncos especiales, Gabon enborra, Sukilaro, Olentzero enborra, el tió, yule log, soc de Nadal, Christklotz, etc. durante la noche del 24 de diciembre, no solo aportan la simbología del Solsticio de Invierno, momento clave del sol y del fuego terrenal para el ser humano desde hace siglos. Es la adoración al astro rey, convertida por las diferentes religiones en fases de adoctrinamiento ante la llegada del duro y frío invierno en el hemisferio sur.
Reunión de Olentzeros: un descanso en el largo recorrido (Oiartzun)
Reunión de Olentzeros: un descanso en el largo recorrido (Oiartzun).
Foto: E-X Dueñas (24/12/2008)

Fuego, por otro lado, que se manifiesta, principalmente, en la quema de peleles y muñecos en épocas carnavalescas. Cuestión esta a tener en cuenta, tanto en cuanto durante cierto tiempo estuvo extendida la práctica de llevar a la hoguera a Olentzero en diferentes localidades del país, tomando como ejemplo datos, al parecer, de dudoso origen.

Los testimonios orales de gran parte del siglo XX, recogidos al menos en Lesaka, dictan que el muñeco no era quemado, subvirtiendo el final que reciben otros personajes de paja del espectro tradicional. Es el lamento de un anciano que, gritando la venida de Kixmi, se lanza por el precipicio... es la resurrección anual, fundamento del inicio y fin cíclico de la naturaleza, convertida en ilusión infantil pero, por qué no decirlo, fuente crematística económica y producto de consumo.

Estos y otros datos relativos a tan curiosa figura navideña, aquí muy resumidos, son las raíces y, por llamarlo de alguna forma, los orígenes de un largo proceso representativo y creativo desarrollado en y por la sociedad vasca. Proceso que continúa en la actualidad y que irá modificando ciertos parámetros, porque así lo requiere un guion no escrito.

Amplia bibliografía recopilada, artículos y documentación en:
DUEÑAS, Emilio Xabier (ed. lit.). Olentzeroren tradizioa. Lesaka eta Euskal Herriko Eguberrietan - La tradición de Olentzero en la Navidad de Lesaka y Euskal Herria. Colección Lankidetzan Bilduma 41. Donostia: Eusko Ikaskuntza, 2006.
Lagundu

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