José Ignacio López de Arriortua: "Soy un aldeano frustrado que aún sueña con la fábrica de Amorebieta"


DEIA Jon Mujika - Domingo, 22 de Junio de 2014 


En una partida de mus con Arzalluz y de portero, tirando un penati en Brasil.
En una partida de mus con Arzalluz y de portero, tirando un penati en Brasil. (Foto: Oskar Martínez)
Bilbao - Bajo la poderosa cornamenta de un ciervo que cazó con un Mauser, José Ignacio López de Arriortua reniega del nombre que le dio fama. "Nada de Superlópez: a mí el sobrenombre que me gusta es el que me pusieron en Volkswagen, Doctor López". José Ignacio es un vasco de Amorebieta (1941), padre de tres hijas y abuelo orgulloso. Ingeniero industrial por la Universidad de Bilbao que estos días le homenajea, hizo fortuna con ideas revolucionarias en el sector de la automoción y se codeó con el mismísimo Nelson Mandela. En sus manos estalló la gran guerra civil de la industria automovilística, entre la alemana Volkswagen (VW) y la americana General Motors (GM). Los teutones le hiciero una oferta laboral y aceptó bajo el sueño de constriuir una fábrica en Amorebieta. El contraataque norteamericano se lanzó a la yugular: espionaje industrial.

¿Aquella fábrica acabó siendo una pesadilla?

-No, no. Es el único proyecto que no me ha salido en mi vida, sí. Pero sigo albergando la esperanza de que un día...

¡Aún persiste! Debe ser aquella tenacidad que le dio fama.

-Es que solo hace falta que algún político vea la oportunidad. Si en el Gobierno vasco lo estudiasen... En Volkswagen aún estaría dispuestos y se pueden crear 4.000 puestos de trabajo en Amorebieta.

Hace falta una inversión potente...

-Una inversión en futuro. Mire, el uno de noviembre de 1996 en Río de Janeiro abrí la primera fábrica de camiones de Brasil. Hoy factura más de dos mil millones de dólares al año y dejan en impuestos cerca de 500. ¿No es esa una manera de recuperar el dinero? ¿Leerán esto en Ajuria Enea...? Si llega a estar Don Javier (Arzalluz), seguro que sale. Era inteligente.

Vayamos a sus orígenes...
-Soy un aldeano frustrado. Tenía mano con la guadaña cortando alcachofas y con las cuatro vacas y las cuatro txalas de casa.

¿Solo para eso?

-¡Y para la portería! En Brasil teníamos un equipo de fútbol. Está mal que lo diga, pero era buen portero... ¡tiraba los penaltis! Un año marqué cinco y fui el máximo goleador.

"Si en el Gobierno vasco lo estudiasen... En Volkswagen aún estarían dispuestos y se pueden crear 4.000 empleos"

¿Que hubiese dado por ser Iribar?

-Soy del Athletic hasta la médula. No sé: ¿cinco euros...? Es un sueño y yo me muevo en realidades. Pero aún hoy veo los partidos en casa y con cada gol pego cada grito que se entera todo el pueblo.

Recuerda aquel día que...
-En Japón. Ellos tenían unos costes altos y me ofrecí a reducírlos. Fui con cinco compañeros y recuerdo que les dije: si ellos se van a las seis, nosotros a las seis y media. Comíamos una mierda y al filo de las cuatro y media, un compañero, un señor trabajador, me dijo: no puedo más. Fui a la cocina y le preparé un bocadillo de jamón. Acabaron asombrados porque les redujimos sus costes y no subieron los precios.

Para entonces ya había estallado la gerra entre GM y VW

-Aquellos examigos de la GM... Amenzaron a Volkswagen con hacerles la vida imposible y lo pagé.

No se olvida su accidente

-Incluso VW investigó si había sido un atentado pero no lo fue, no. Yo iba de copiloto y conducía un sinsorgo. Estuve un tiempo en coma y recuerdo que un día sentí algo que me subía por el pecho.

¿Qué era aquello...?

-Lo vi claro: Jesús abriéndome paso a la vida. Lo hablé con algún sacerdote y lo vio tan claro como yo: había sido un milagro.

¿Y cuál es el milagro de su vida?

-El título de ingeniero en Bilbao, el señor trabajador que te apoya y mi mujer, Margari, que hace el mejor bacalao a la vizcaina del mundo.

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