Busturia se emociona ante Servini


Historias de los vascos

La jueza María Servini ha tomado testimonio esta semana a tres vizcainos para la querella antifranquista de Argentina: dos hijos de un edil busturiarra del PNV y alicono anarquista de Bilbao, Félix Padín, de la CNT 

Un reportaje de Iban Gorriti Domingo, 25 de Mayo de 2014 -


De izquierda a derecha, Elisa Kaltzada, María Luisa Albarez y Julen Kaltzada en el caserío Etxebarrietza de Busturia. Fotos: Iban Gorriti
De izquierda a derecha, Elisa Kaltzada, María Luisa Albarez y Julen Kaltzada en el caserío Etxebarrietza de Busturia. (Iban Gorriti)  

El 5 de agosto de 1937, a las cinco horas del alba, los golpistas españoles sublevados contra la Segunda República fusilaron a seis vecinos de Busturia en los muros del cementerio de Derio. Algunos de ellos eran concejales del PNV en el momento en el que estalló la Guerra Civil. Hubo un séptimo hombre al que no mataron a balazos, Félix Zenarruzabeitia, pero murió prisionero de guerra de Franco en el fuerte de San Cristóbal, cárcel de Ezkaba. Los seis ejecutados tras la sentencia del Consejo de Guerra sumarísimo fueron: Andrés Zearreta, Doroteo Kaltzada, Florenzio Bilbao, Demetrio Lekunberri, Hipólito Albarez y Román Zearreta. A dos mujeres y un hombre más del municipio vizcaino se les conmutó la pena. Para este último pasó a ser cadena perpetua.

Dos hijos de Doroteo Kaltzada Ispizua, uno de los fusilados, han testificado esta semana, por separado, ante una jueza de Gernika-Lumo y ante su colega María Servini de Cubría, magistrada argentina que visita el Estado porque instruye la causa 4591/10 por crímenes del franquismo.

El testimonio de los hermanos Elisa y Julen vivió momentos emocionantes. "Todo esto me está removiendo por dentro muchas cosas. Son muchos recuerdos", se le empañan los ojos a Elisa, de 84 años. Su hermano Julen Kaltzada es un histórico docente y escritor euzkalzale. Él, además, aportó a Servini su testimonio de cuando era cura, uno de los cinco que por presunta "rebelión militar" fueron parte del Proceso de Burgos, como también Xabier Amuriza, Alberto Gabika, Jesús Naberan y Nicolás Telleria. "Al salir de la cárcel dejé de ser cura", explica el busturiarra que el 18 de julio cumplirá 79 años.

Julen, "tranquilo también", relató a Servini y sus acompañantes su versión sobre lo sufrido por su padre y los vecinos de Busturia y su apoyo a movimientos antifranquistas, sus doce años de cárcel. Narró cómo fue juzgado en el Proceso de Burgos en 1970, así como su paso por la cárcel concordataria de Zamora, la que se estima que pudo ser la única habilitada para acoger a curas y frailes. Aconteció entre 1968 y 1976.

"Ninguna familia hizo nada por los fusilados"

Elisa Kaltzada cuenta que se emocionó en diversas ocasiones mientras testificaba. Por ejemplo, cuando trasladó a las juezas que tanto la familia de su padre y madre, como la del resto de condenados a pena de muerte trataron de evitar los fusilamientos pidiendo que amistades afines al bando fascista intercedieran por ellos. "Ninguno lo hizo", vuelve a conmoverse moviendo suavemente la cabeza de un lado a otro.

El encuentro con María Servini de Cubría fue fugaz. "La jueza argentina no dijo ni mu al dar el testimonio. Yo le di un beso, pero no hubo relación", relata esta mujer del caserío Etxebarriatze. Tanto ella como su hermano Julen se quedaron "con las ganas de decirle dos palabras. Es una mujer valiente, pero de trato seco con nosotros". Julen no llegó a saber quién era. "Yo -comenta- llegué a preguntar quién era aquella mujer que estaba allí quieta y resulta que era ella", agrega quien llegó a ser responsable primero de Bizkaia de AEK y más adelante de Euskal Herria. Elisa se siente un poco superada en ocasiones por "todo esto de los medios de comunicación y tantos recuerdos", sin embargo son conscientes de que hacía falta. "A ver si conseguimos que fructifique aunque el Gobierno de España ponga inconvenientes. Se cometieron barbaridades. Servini lo sacará adelante. Logrará hacer el juicio si tiene la potestad", declaran en su caserío natal de estructura banderiza de Busturia, del que un día su padre "salió a misa y no volvió jamás". Julen, dolido, es claro en su postura al respecto: "Mi padre murió por su partido, por las siglas del PNV, y sin embargo nadie hizo nada por él ni por nosotros en estos más de setenta años que han transcurrido. Ahora, queremos que se les juzgue como ya se hizo a los nazis y otros fascistas".

Junto a los dos hermanos se da cita para el encuentro con DEIA en este enclave natural de Urdaibai María Luisa Albarez. La del barrio San Bartolomé es hija de Hipólito Albarez otros de los fusilados aquel 5 de agosto de 1937. Llega al caserío Etxebarriatze con un sobre en el que guarda un documento escrito con lápiz y pulso muy tembloroso. "Es la carta de mi padre de despedida a nosotros un rato antes de que los franquistas le fusilaran". Trata de leerla, pero la cede porque las lágrimas le empañan la vista.

El testimonio es desgarrador y siempre con Dios en su despedida. "¡Cómo un hombre con tanto Dios dentro va a ser malo para que le mataran!", acierta a exclamar María Luis y pone los pelos de punta: "Yo no quisiera morirme sin encontrar los restos de mi padre, para poder enterrarlos junto a los de mi madre en nuestro panteón. Algo ocurrió que nosotros no pudimos dar con ellos", lamenta esta mujer octogenaria. Las familias de los fusilados y el muerto en Ezkaba conservan un recordatorio de la primera misa que se celebró por ellos. Se ofició el 5 de agosto de 1967, es decir, tuvieron que pasar treinta años. Fue en Andra Mari de Axpe, Busturia.

Son muchos los represaliados de la Guerra Civil y el franquismo que lamentan no haber sabido cómo formar parte de esta querella antifranquista y dar testimonio ante Servini. Casos vivos, entre otros, como el del gudari portugalujo de STV José Moreno o el miliciano comunista Marcelo Usabiaga de Gipuzkoa, ambos del Eusko Gudarostea.

Comentarios