ResPublica / Web
"Los que están siempre de vuelta de todo son los que nunca han ido a ninguna parte" (Víctor Hugo)
Ramón Zallo: "Radiografía del franquismo (en apoyo de la “Querella Argentina”)"
Lunes, 02 de Diciembre de 2013 13:54
(Conferencia en el Bizkaia Aretoa de la UPV/EHU en apoyo a la
Radiografía del franquismo (en apoyo de la “Querella Argentina”)
Ramón Zallo -Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea-
(Conferencia en el Bizkaia Aretoa de la UPV/EHU en apoyo a la
“Plataforma Vasca para la Querella contra los crímenes del franquismo”, 21-11-2013)
Sabin Aranari, in memorian
Militantzia eta adiskidetasuna zurekin
batera bizi izan genituenok, zure kemena eta koherentzia ospatzen
ditugu eta zure bidean jarraituko dugu.
(Los que compartimos militancia contigo celebramos tu valentía y coherencia y tomamos el testigo)
(Los que compartimos militancia contigo celebramos tu valentía y coherencia y tomamos el testigo)
Índice
1. Una larga dictadura
2. Golpe de estado militar y guerra de exterminio
3. El franquismo se construyó sobre el horror
4. El franquismo como represión
5. El franquismo no fue un fascismo al uso
6. Naturaleza social: de la clase dominante
7. Tuvo épocas distintas
8. Una institucionalización para la respetabilidad
9. ¿Quién fue Franco?
10. ¿Todo atado? Una transición desmemoriada para una democracia de baja calidad
2. Golpe de estado militar y guerra de exterminio
3. El franquismo se construyó sobre el horror
4. El franquismo como represión
5. El franquismo no fue un fascismo al uso
6. Naturaleza social: de la clase dominante
7. Tuvo épocas distintas
8. Una institucionalización para la respetabilidad
9. ¿Quién fue Franco?
10. ¿Todo atado? Una transición desmemoriada para una democracia de baja calidad
_____
Al igual que hay una falsa memoria de la
Transición, hay una falsa memoria tanto sobre la Guerra de 1936-39 como
sobre la Dictadura.
Se tiende a relativizar el papel de la violencia militar y política del franquismo, a pesar de que fue el fundamento mismo de su larga duración. En claves revisionistas de la historia, algunos analistas e historiadores rebajan muertes y sufrimientos para concluir que una guerra es una guerra, que hubo violencia en los dos bandos, que el franquismo fue un régimen autoritario pero decente y que disciplinó la natural tendencia cainita de las Españas.
Anótese que ese es el recurso de las derechas para eludir sus responsabilidades. Nos vienen a decir que ya sería menos, que hay responsabilidades compartidas, que no hay que remover el pasado ni las tumbas, que la Transición ya saldó el tema, que nos ha ido bien así, que corramos un tupido velo, que ellas no tienen por qué pedir perdón ni facilitar el consuelo de familiares y, llegado el caso, la derecha renovada del PP entona algo así como un “somos demócratas, nosotros no fuimos; en todo caso, reclámaselo a mis padres o a mis abuelos”.
O sea, la derecha se niega a pedir perdón por el franquismo y deja entrever que casi ni existió.
Vuelca toneladas de tinta de calamar para rehuir el juicio de la Historia, y con crueldad, desdeña el dolor de quienes nunca pudieron saber en qué cuneta están enterrados los suyos y reparar su dignidad.
Una expresión de esta actitud es el incumplimiento del actual gobierno de la más que limitada y tibia Ley de Memoria Histórica al dejarla sin fondos para su aplicación, mientras el Comité de Desapariciones Forzadas de Naciones Unidas le insta –es una recomendación imperiosa- a que se adopten las medidas necesarias para asegurar que se investiguen las desapariciones forzadas porque no son crímenes prescribibles, al menos hasta que "la persona aparece con vida, se encuentran sus restos o se restituye su identidad". Tampoco están sujetos a amnistía porque hubo crimen de lesa humanidad, según la normativa internacional de obligado cumplimiento .
Para entender la dimensión de la memoria es preciso releer la historia. Aquí se desarrollan diez breves comentarios didácticos que, espero, den luz sobre ese periodo esencial y dramático.
Se tiende a relativizar el papel de la violencia militar y política del franquismo, a pesar de que fue el fundamento mismo de su larga duración. En claves revisionistas de la historia, algunos analistas e historiadores rebajan muertes y sufrimientos para concluir que una guerra es una guerra, que hubo violencia en los dos bandos, que el franquismo fue un régimen autoritario pero decente y que disciplinó la natural tendencia cainita de las Españas.
Anótese que ese es el recurso de las derechas para eludir sus responsabilidades. Nos vienen a decir que ya sería menos, que hay responsabilidades compartidas, que no hay que remover el pasado ni las tumbas, que la Transición ya saldó el tema, que nos ha ido bien así, que corramos un tupido velo, que ellas no tienen por qué pedir perdón ni facilitar el consuelo de familiares y, llegado el caso, la derecha renovada del PP entona algo así como un “somos demócratas, nosotros no fuimos; en todo caso, reclámaselo a mis padres o a mis abuelos”.
O sea, la derecha se niega a pedir perdón por el franquismo y deja entrever que casi ni existió.
Vuelca toneladas de tinta de calamar para rehuir el juicio de la Historia, y con crueldad, desdeña el dolor de quienes nunca pudieron saber en qué cuneta están enterrados los suyos y reparar su dignidad.
Una expresión de esta actitud es el incumplimiento del actual gobierno de la más que limitada y tibia Ley de Memoria Histórica al dejarla sin fondos para su aplicación, mientras el Comité de Desapariciones Forzadas de Naciones Unidas le insta –es una recomendación imperiosa- a que se adopten las medidas necesarias para asegurar que se investiguen las desapariciones forzadas porque no son crímenes prescribibles, al menos hasta que "la persona aparece con vida, se encuentran sus restos o se restituye su identidad". Tampoco están sujetos a amnistía porque hubo crimen de lesa humanidad, según la normativa internacional de obligado cumplimiento .
Para entender la dimensión de la memoria es preciso releer la historia. Aquí se desarrollan diez breves comentarios didácticos que, espero, den luz sobre ese periodo esencial y dramático.
El franquismo fue una larga dictadura de
41 años (1936-1977) personificada en la figura del general Franco,
quien acaparó todos los poderes del Estado hasta su defunción de muerte
natural en 1975.
No fue un régimen autoritario -a pesar de lo que dijo el sociólogo Linz - sino una dictadura totalitaria impuesta por la fuerza contra un Estado de Derecho, en claves de contrarrevolución. Erradicó principios democráticos, partidos y sindicatos y derechos individuales y sociales -los derechos de las mujeres, por ejemplo, retrocedieron al pasado-, implantando la represión general y depurando todo el sistema institucional, educativo y productivo y el entramado social . La depuración incluyó la censura y la liquidación de la prensa libre.
No fue un régimen autoritario -a pesar de lo que dijo el sociólogo Linz - sino una dictadura totalitaria impuesta por la fuerza contra un Estado de Derecho, en claves de contrarrevolución. Erradicó principios democráticos, partidos y sindicatos y derechos individuales y sociales -los derechos de las mujeres, por ejemplo, retrocedieron al pasado-, implantando la represión general y depurando todo el sistema institucional, educativo y productivo y el entramado social . La depuración incluyó la censura y la liquidación de la prensa libre.
Aunque se le llame guerra civil, no lo
fue propiamente. No fue un choque de una España contra otra –azul contra
roja- o de los nacionalismos contra España, o viceversa, sino un golpe
de estado militar contra el gobierno legítimo de la II República que
provocó una guerra de exterminio (1936-1939) contra las mayorías. Fue
uno de los mayores genocidios del siglo XX.
Fue apoyado militarmente por las
potencias del Eje. La ayuda alemana e italiana fue decisiva mientras que
los países democráticos dejaron matar a la República, a diferencia de
la significativa ayuda de la URSS y, sobre todo, de las generosas
Brigadas Internacionales que acompañaron al ejército republicano y a los
milicianos.
Las instituciones entonces vigentes tuvieron comportamientos distintos. En Euskal Herria las instituciones alavesas y navarras dieron su respaldo al golpe lo que facilitó la ocupación militar en esos territorios en los primeros días de la sublevación. Las de Bizkaia y Gipuzkoa no lo hicieron, y vieron abolidos sus Conciertos económicos como provincias traidoras.
Las instituciones entonces vigentes tuvieron comportamientos distintos. En Euskal Herria las instituciones alavesas y navarras dieron su respaldo al golpe lo que facilitó la ocupación militar en esos territorios en los primeros días de la sublevación. Las de Bizkaia y Gipuzkoa no lo hicieron, y vieron abolidos sus Conciertos económicos como provincias traidoras.
En los primeros meses de la rebelión
militar, la estrategia fue de puro exterminio, de ejecuciones
ejemplarizantes, indiscriminadas y sin juicio, basadas en el
señalamiento por las fuerzas vivas afectas al régimen, no siendo pocas
las denuncias basadas en la venganza o la rapiña. Buscaron crear el
pánico, impedir el paso a la zona republicana y erradicar posibles focos
de reorganización opositora. Visto lo cual se produjo un efecto
imitación en la zona republicana.
Hubo distintos tipos de masacrados. Al
principio de la sublevación fueron fusilados miles de no combatientes.
Se estima en 150.000 los no combatientes asesinados en las retaguardias
de las zonas sublevada y republicana, incluidos ahí los 114.000
desaparecidos, exclusivos de la zona azul, según el Grupo de Trabajo de
las Naciones Unidas sobre las Desapariciones Forzadas. Si sumamos las
30.000 a 50.000 ejecuciones que siguieron a la Guerra Civil se alcanza
fácilmente la cifra de 300.000 a los que sumar los 145.000 muertos en
combate.
En total se cifra en la muerte de centenares de miles de personas: entre 300.000 y 400.000 según distintos analistas .
En el caso de Navarra, que quedó desde
los primeros días en manos de los sublevados bajo el mando del general
Mola, tanto falangistas y carlistas como militares ejecutaron a 3.000
navarros y navarras en la segunda mitad del 36. “Hay que sembrar el
terror” dijo, y lo hizo a conciencia. Se estima en 5.700 los fusilados
en toda Euskal Herria en 1936 y, a lo largo de la guerra fueron 12.000
las muertes en combate –a añadir las ocurridas en otros frentes- y en
900 los fallecidos en las villas bombardeadas, incluidas Gernika,
Durango, Otxandio o Eibar y tantas otras más. En total unas 19.000
personas .
En claves de penalidades a escala del
Estado español súmense los 500.000 internos que pasaron por los campos
de concentración donde eran sometidos a procesos de clasificación,
depuración, humillación, reeducación política y trabajo forzado. Hubo
una gran mortandad en esos campos. En 1946, diez años después del
comienzo de la Guerra, todavía estaban operativos 137 campos de trabajo y
3 campos de concentración, en los que estaban recluidos 30.000
prisioneros políticos. Los campos de concentración duraron hasta 1947.
En 1939, el número de detenidos
esperando juicio superaba los 270.000. De los más de 250.000 reclusos
que había en la primavera de 1940, solo el 40% lo estaba por sentencias
judiciales .
Hay que agregar los batallones
disciplinarios y de trabajadores en los que se encuadró a los tenidos
por dudosos –o sea, ni afectos ni desafectos- y que fueron utilizados de
forma esclavista en la reconstrucción y en obras públicas hasta 1942; o
los miles que sufrieron por la guerra unos servicios militares
interminables de 7 a 10 años (Javier Rodrigo 2006 ), o las 300.000 a
450.000 personas exiladas ; o el robo de niñas y niños en las cárceles
femeninas.
Hasta 1948 operaron los Tribunales
Militares, los de Responsabilidades Políticas (desde 1939), los
relacionados con la Causa General (1940), los de Represión de la
Masonería y el Comunismo (1940), la Ley sobre Seguridad Interior del
Estado (1941).
El Estado de guerra se mantuvo hasta
1948, lo que no impidió la aplicación de la Ley de represión del
Bandidaje y Terrorismo (1947) especialmente -pero no solo- contra el
maquis que estuvo operativo en cuanto tal desde 1947 a 1952 .
En 1941, en el segundo aniversario de la
terminación de la guerra se promulgó una amnistía que alcanzó a los
condenados a sentencias inferiores a doce años; y el 17 de diciembre de
1943, otra, que dejó también en libertad provisional a aquellos cuyas
condenas eran inferiores a los veinte años.
El castigo tuvo el propósito añadido de hacer imposible la reconstrucción de la izquierda y del nacionalismo.
Durante los cuarenta años de dictadura
(1936-1976) la represión de las autoridades franquistas fue sistémica
aunque con intensidades diferentes según las circunstancias.
Terminada la guerra, el franquismo se
caracterizó por la represión política y social, el control ideológico y
moral de la población, la pobreza, el hambre y racionamiento de los años
40 y la carencia de las libertades y derechos humanos individuales y
colectivos, entre ellos los derechos de las mujeres, el derecho a la
lengua y la cultura vasca o catalana y los derechos sindicales de la
clase trabajadora.
Tras la guerra no hubo un borrón y cuenta nueva sino una lógica de vencedores y vencidos que imperó hasta 1976.
El régimen no se sostuvo en el consenso o
el acomodo social, sino en el miedo y la represión que, sin duda,
contribuyeron a la despolitización general de unas sociedades, primero
diezmadas y, luego, resignadas. En la postguerra se instaló la cultura
del silencio.
Ciertamente, el franquismo no solo tuvo
una cara represiva. También tuvo su cara “amable” y tardía. Desde una
lógica paternalista, puso en marcha mecanismos interesantes como fueron
los convenios colectivos de 1958, la seguridad social, las viviendas
sindicales en propiedad, la estabilidad en el trabajo o la Ley General
de Educación de 1970 que implantó la enseñanza básica obligatoria y
gratuita. En 1964 se jaleó a si mismo con la campaña de 25 años de paz.
El desarrollo de los años 60 y la mejora
del nivel de vida contribuyeron a la despolitización, pero continuó la
inexistencia de libertades y -más atenuada- la represión del ejercicio
de libertades o de las demandas de las naciones sin Estado.
Desde 1948 la represión masiva pasó a
ser selectiva pero eso no quiere decir que no se generalizara llegado el
caso, y llegaron muchos casos. Por ejemplo en ocasión de las numerosas
huelgas obreras que se produjeron ya desde la primera huelga de 1946. O
sea, la protesta no empezó en los años 70 sino mucho antes .
Los 9 Estados de Excepción en 15 años
del tardofranquismo que vivimos por ejemplo en el País Vasco, muestran
que el franquismo nunca bajó la guardia represiva y el control por parte
de la Guardia Civil y de la Brigada Político-Social.
Miedo, cárcel, detenciones y torturas
fueron la norma del franquismo contra la disidencia. Y se pagó caro, muy
caro. Toda esa parte de la historia se esconde bajo la alfombra.
Debe haber un gen franquista instalado
en las élites españolas de derecha y centro-izquierda, porque en los
últimos meses se ha recuperado el axioma de buscar un “vencedores y
vencidos” para construir el tiempo post-ETA. Con ello se busca bloquear
la inserción político-institucional de la izquierda nacionalista para
evitar poner a la orden del día la reivindicación soberanista. En una
estrategia de tensión, se juega con la convivencia en una etapa en la
que ya no está presente la violencia de ETA. Se exige a la izquierda
abertzale que reniegue de su pasado mientras los otros (PP y PSOE) no lo
hacen con el suyo. ¡Que lo hagan todos y desde la verdad!.
Aquel “si se acaba la violencia toda
reivindicación es posible” ha dejado paso al acoso yendo más allá de lo
que fue el franquismo en el caso de los excarcelados por la suspensión
forzada de la Doctrina Parot . Desde luego el PP, en algunos aspectos,
es digno heredero de Franco. Verdad, justicia e integración se
sustituyen por relatos de parte, injusticia y venganza.
No contó con un partido fascista de
masas de principio. La falange era una minoría en los años 30. Franco se
apoyó más en las bases sociales del conservadurismo católico, del
alfonsismo y del carlismo tradicionalista –especialmente en Euskal
Herria- que en el minoritario falangismo. Los cargos públicos y
gobiernos civiles en Euskal Herria recayeron muchos de ellos en manos de
carlistas aunque, para ostentar cargos. se requería ser de la FET y de
las JONS hasta 1948.
En efecto, ya en 1937 con el Decreto de
Unificación, Franco, no sin tensiones, disuelve los partidos y ordena el
partido único: la FET y de las JONS, del que se proclamó Jefe Supremo.
El encuadramiento social pasó a ser gestionado por el partido único y
otras estructuras del Movimiento Nacional como el Sindicato Vertical, el
Frente de Juventudes, Sección Femenina y otros, y en el que se daban
cita las distintas facciones (falange, carlismo, alfonsistas
conservadores y nacional-catolicismo).
Pero los más activos y radicales y mejor
posicionados en todas las escalas fueron los falangistas que medraron
como nadie hasta los 60.
Sobrevolaban sobre todas ellas las
instituciones del Ejército –pilar del régimen- y de la Iglesia
–legitimadora de la Dictadura- quien impuso un rigorismo religioso
pacato, obsesivo y omnipresente. Franco como militar y dictador ejercía,
de modo cesarista, de líder del juego y árbitro de disputas puesto que
reubicaba la influencia de las distintas corrientes organizadas en
instituciones, según conveniencias y épocas.
Si bien se adoptó la simbología
falangista en la FET y de las JONS, el poder de la Falange era vicario
del de Franco. Con el tiempo pasó a llamarse Movimiento Nacional
directamente.
Nacionalismo español,
nacional-catolicismo, anticomunismo, antiliberalismo, tradicionalismo,
fascismo y caudillismo fueron sus ingredientes ideológicos.
Cabe caracterizarla como una dictadura militar cesarista.
Se sostuvo sobre sectores sociales
conservadores, tradicionalistas e integristas católicos, ejerciendo la
minoría activista falangista de inspirador ideológico en toda la primera
etapa.
La Iglesia -con los cardenales Gomá,
Herrera Oria o Plá y Deniel a la cabeza- fue la institución central en
la aculturación social y en la legitimación del régimen. Pío XII le
concedió a Franco la Orden Suprema de Cristo, como defensor de la
cristiandad. Ya en 1941 tenía el privilegio de presentación de obispos.
Tocado por el dedo de Dios, entraba bajo palio en algunas ceremonias
religiosas como defensor esclarecido del catolicismo frente a las hordas
ateas. En Euskal Herria, la rama del Opus fundó la llamada Universidad
de Navarra en 1952 y, tras el paréntesis de la guerra, se reabrieron en
1940 las aulas de la Universidad de Deusto (jesuítas). Una parte
significativa de la Iglesia vasca se opuso al franquismo como también
chocó en la guerra del 36.
Pero, más allá de intereses políticos o
ideológicos, cualquier régimen tiene su sentido último en clases y
grupos sociales. Tiene una naturaleza social. Las burguesías financiera,
agraria e industrial, así como la aristocracia latifundista y rentista,
estuvieron detrás del golpe y sacaron un provecho desmedido del
franquismo. La gran burguesía vasca, financiera e industrial, tuvo un
especial protagonismo, incluso en lo político porque tuvo a algunos de
los suyos entre las élites. Pensemos en los Lequerica, Oriol, Hurtado de
Saracho, Delclaux…
Esto explica que, además de represión,
se produjera una insoportable distribución regresiva de la renta hasta
muy avanzados los 60. Enriqueció a algunos de los que colaboraron con el
régimen, pero especialmente al capital financiero y latifundista
agrario, a quienes dio alas después del Plan de Estabilización de 1959
para hacerse con la industria que no perteneciera al INI (Instituto
Nacional de Industria). No solo eso. El sector financiero –propietario
de buena parte de buena parte de la gran industria, a diferencia de
otros países- guió la economía misma desde dentro del propio aparato de
Estado, mediante los tecnócratas del Opus Dei.
En el caso vasco, el Banco de Bilbao y
el Banco de Vizcaya gozaron del parabién del régimen. Igualmente resultó
muy beneficiada aquella parte de la industria (siderurgia, construcción
naval y de ferrocarriles, química) que no paró de producir tras la
derrota vasca de 1937; al principio para las necesidades de la guerra
contra la República y, después, para el mercado español protegido por la
autarquía y, más adelante, para toda clase de mercados. Con todo,
Franco vetó que el INI –fundado en 1941- invirtiera nada significativo
en Euskal Herria hasta 1960 (Potasas de Navarra).
Pueden distinguirse 5 etapas económico-políticas:
a) La guerra de exterminio (1936- 1939) y la emergencia y consolidación del liderazgo de Franco.
b) La posguerra entre 1939-1951 como
dictadura predominantemente militar, con ajusticiamientos ya con
tribunales militares y campos de concentración y batallones de
trabajadores, y con una apuesta económica por la autarquía, en la
absurda idea de una economía autosuficiente, con un sector público
fuerte (INI) y un proteccionismo desmedido que hundió el país en la
miseria y le dejó, de paso, fuera del Plan Marshall. Entre 1946-1951 la
autarquía se relajó y pasó a buscar contactos internacionales (J.A.
Biescas) .
c) Con el triunfo aliado en 1945 y el
temor al aislamiento total, se aceleró la institucionalización en busca
de coherencia y legitimación (Ley de Sucesión en 1947) hasta iniciarse
la recuperación en los 50. La necesidad de homologarse ante las
potencias vencedoras llevó al franquismo –que había sido aliado no
combatiente de las potencias del Eje en la contienda mundial- a relajar
la represión masiva y a insistir en un anticomunismo y catolicismo que
le rendirían frutos en el comienzo de la Guerra Fría.
Ello le permitió superar su aislamiento
internacional casi total –la excepción fueron los graneros argentinos en
la época peronista- mediante los Créditos de Ayuda a España de EE UU ya
en 1950, la entrada en Unesco en 1952, los acuerdos con EEUU en 1953
-que tuvieron el precio de las bases militares norteamericanas en suelo
español- y el Concordato con el Vaticano ese mismo año. Hubo crecimiento
ya en esos años pero en una economía aún cerrada.
d) El desarrollismo de los 60, tras el
duro ajuste del Plan de Estabilización de 1959 para una economía más
abierta y sujeta a planes de desarrollo, prestigió internacionalmente a
Franco pero, de hecho, minó la base sociológica de su Régimen.
El crecimiento acelerado creó la base
económica, social y demográfica (baby boom) de su sepulturero: la clase
obrera, concentrada en las principales ciudades y en fábricas grandes.
El despoblamiento rural, dadas la tecnificación del campo y las
oportunidades urbanas, cambiaron el mapa social. Se produjo asimismo una
fuerte ampliación de las clases medias. Este proceso, en una economía
bastante abierta, se tradujo en cierta apertura política hasta 1970
(juicio de Burgos) momento en que el Régimen empezó a verse amenazado.
e) En el tardofranquismo (1970-1976) se
produjeron distintos comportamientos del régimen pero, en general, se
encaminaron hacia el endurecimiento represivo hasta 1976.
En los 70 la nueva burguesía industrial,
nacida en la década anterior y ante la conflictividad obrera, ya estaba
interesada en una normalización de las relaciones laborales así como en
la estabilidad política. Los soportes del régimen también se
debilitaron: una iglesia dividida que dejaba de influir mediante el
nacional-catolicismo; y, tras las muertes de Carrero en 1973 y del
propio Franco, el ejército se quedó sin líderes ya en 1976.
En el caso vasco, 1975 fue un año de
represión a gran escala con 3.500 detenidos. Se estima que entre 1968-76
hubo hasta 22.000 detenidos en Hegoalde (Chueca 2004 ). En 1977 la
lucha por la amnistía significó varios muertos; a sumar a los de los
sucesos de Vitoria y Montejurra un año antes, y tantos otros que
vinieron después por disparos policiales (Germán Rodríguez en Irunea
(1978)....
Paralelamente al exterminio se inició ya
en 1937 la institucionalización que se aceleró a partir del final de la
Segunda Guerra Mundial.
El andamiaje ideológico e institucional
puede resultar chocante o absurdo pero el Régimen empleó mucha energía
en teorizarlo, construirlo e intentar darle, ya que no coherencia, al
menos, plausibilidad. Primero fue el cuñado de Franco, Serrano Suñer, y
pasada su hora, hubo distintos mentores (desde Fernández Miranda
–ideólogo tanto en el franquismo como en la Transición- a Fraga). El
Movimiento Nacional y sus organizaciones eran el único cauce de
participación en la vida pública. Su concepto de sociedad estaba basado
en la participación desde las llamadas entidades naturales (sic) como la
familia, municipio y sindicato.
La Ley de Principios Fundamentales del
Movimiento de 1958 reconvirtió el Movimiento en unos principios
generalizables (doctrinales, orgánicos y programáticos) en los que se
apoyaba el régimen, desde los ideales de patria, familia y religión,
junto con el respeto a las Leyes Fundamentales y a la Monarquía. Las
llamadas Leyes Fundamentales del Estado, fueron siete y organizaban los
poderes del Estado .
Hubo otras normas importantes: en 1959
se aprobó un cierto habeas corpus aunque no libraba de volver a
comisaría en el propio juzgado aunque mediara orden judicial de ingreso
en prisión; en 1966 la ley de Prensa e Imprenta….manejable como un
chicle.
A pesar del pesado andamiaje para la
respetabilidad del Régimen, la octava ley, con el mismo rango que las
fundamentales, la Ley de Reforma Política de 1976, fue la del desmontaje
de todo ese marco legislativo anterior y permitió poder llevar a cabo
la reforma política. Fue votada por los procuradores en Cortes
significando el harakiri del bunker y del Régimen de la democracia
orgánica.
En el franquismo todo fueron
contradicciones: un reino sin monarca, un Movimiento inmóvil, una paz de
cementerio, un nacionalismo imperial que expulsa a su mano de obra al
extranjero, una sociedad de súbditos, turismo masivo y condenados a
muerte….
Manuel Vázquez Montalbán cuenta muchas
anécdotas que lo dibujan como mendaz (incumplió su compromiso de Hendaya
con Hitler en 1940 de entrar en la guerra del lado del Eje) o
manipulador (a modo de consuelo les envió la División Azul en 1941 y de
paso para que no molestaran algunos de sus componentes). Igualmente
recoge una descripción poco misericordiosa de Franco por parte de su
compañero de armas, Coronel Vicente Guarner, quien destaca su
mediocridad (Vázquez Montalbán 1993: 76).
Fue un mediocre militar que prolongó
innecesariamente una guerra devastadora para afianzar su liderazgo.
Monárquico que no quería rey, tenía una mala opinión de Alfonso XIII, un
Borbón especialmente golfo que ya previamente sostuvo la Dictadura de
Primo de Rivera y que, estando exilado, le ayudó a implicar a Mussolini
en la guerra. Con todo le garantizó la sucesión a su familia pero no a
él (falleció en 1941), ni a Don Juan, sino a su nieto, y solo como
heredero tras pasar por sus educadoras manos. También se empeñó con
emparentar con la familia real.
Franco tuvo la habilidad de sucederse
siempre a si mismo, como un Rey sin Corona, y tener a todas las
facciones pendientes de comer de su mano.
De ideología ultraconservadora, tan
simplista como obsesiva –véase si no el argumento que construyó con el
seudónimo Jaime de Andrade para la película Raza-, es comprensible su
aversión a comunistas, socialistas, anarquistas y nacionalistas, pero
tuvo como obsesión preferida la masonería, a la que atribuía una
conspiración judeo-masónica permanente y que, en su imaginario, era
quien movía los hilos últimos de todas las corrientes políticas.
Africanista que reconstruyó
convenientemente su propia leyenda, la Marcha Verde marroquí -que ocupó
el Sahara español catorce días antes de que Franco falleciera- le puso
en su sitio en la historia, para desgracia de saharauis y humillación
del estado español.
Hay que reconocerle que supo situarse,
mediante el anticomunismo de la Guerra Fría, ante unos pragmáticos EEUU y
una Europa tan hostil como indiferente que emprendió negocios en España
en la época del desarrollismo, llegando a firmarse el Acuerdo Económico
Preferencial entre el Estado Español y la CEE ya en 1970.
La Europa democrática avaló así al
franquismo tres veces: no ayudó y aisló a la República en 1936; no
aprovechó la coyuntura creada con el final de la Segunda Guerra Mundial
para derrocar a Franco -solo hizo una nota crítica el 3 de abril de
1946, la ONU hizo otra nota en diciembre y Francia cerró la frontera
hasta 1948- y le sostuvo desde los años 50 y, especialmente, normalizó
relaciones en los 60.
A principios de los 70, ante la fuerza de los movimientos obreros y sociales, el régimen había entrado en crisis.
Que el dictador no fuera derrocado y
muriera en la cama, no quiere decir que su muerte sea la explicación del
cambio que se iba a producir, tal y como equívocamente se ha dicho. La
muerte de Franco no fue la causa del cambio, aunque sí la espoleta que
reactivó a movimientos y oposición que ya venían de lejos. Ante los
titubeos de las cúpulas opositoras, Suárez pudo tener la iniciativa,
aunque hubo de asumir una parte de sus consignas.
Franco no lo dejó “todo atado y bien
atado” porque dos años después de su muerte nació otro régimen distinto.
Pero nos dejó una pesada herencia. En lugar de una ruptura democrática
solo conseguimos una Transición meliflua basada en el olvido y en la
amnistía para quienes medraron y parasitaron con cargo al sufrimiento
colectivo. Cambiaron la chaqueta, siguieron arriba y se les sumaron los
advenedizos.
La democracia que se implantó no ha sido
un neofranquismo, pero estuvo basada en la desmemoria y en la no
reparación para los derrotados en la Guerra civil y, además, en la
amnesia respecto a los verdugos de 40 años, reconvertidos en demócratas
por la magia de la Ley de amnistía y del modelo de transición sin
solución de continuidad de los aparatos de Estado. Se instauró una
democracia, pero de baja calidad sin profundización en valores
democráticos más allá de los formales y de los procesos electorales.
La no depuración institucional significó
el encastillamiento de los miembros de los aparatos de Estado (poder
judicial, altos funcionarios, Fuerzas Armadas (FFAA), Fuerzas de Orden
Público, Guardia Civil..) en el nuevo régimen y la asignación de la
función de vigilancia a las FFAA. El “ruido de sables” se tradujo
directamente en dos artículos decisivos de la Constitución: la soberanía
del pueblo español y el ejército como garantía de continuidad y orden.
Se trataba de un ejército sin fisuras públicas ideológicas
significativas, aunque en un 23-F algunos entendieron demasiado al pie
de la letra aquella misión.
Se impusieron así seis reglas: dos sobre
el pasado (amnesia sin depuración -cristalizada en la Ley de Amnistía
del 77- y unas FFAA intocables) y cuatro sobre el futuro (no ruptura
constituyente y, en su lugar, una democracia devaluada, aunque
homologable para la posterior integración en la entonces Comunidad
Económica Europea; la monarquía como forma de Estado heredada del
franquismo; el disciplinamiento de las reivindicaciones sociales desde
los Pactos de la Moncloa; y el Estado mononacional con la soberanía del
pueblo español sobre una base no federal).
Se confirmaba la hegemonía del gran
capital financiero -dueño de la gran industria- y el capital agrario. La
misma clase dominante se aprovechó del franquismo, de la transición, de
la democracia y del austericidio que actualmente vivimos. Responde al
patrón puro de "Si queremos que todo siga como está, es necesario que
todo cambie" como escribió Giuseppe Tomasi di Lampedusa en El Gatopardo.
La transición se basó así en una España
impuesta, alejada de los parámetros de la Sociedad del Bienestar -si se
exceptúan la Enseñanza y la Sanidad públicas que se generalizaron y con
calidad- y como mala madrastra de naciones sin Estado a las que se les
negó la posibilidad de una autodeterminación.
Pero quizás la herencia más pesada de
los 40 años de franquismo es el vacío de memoria generacional
transmitida. Sin memoria y con punto final propició una débil cultura
democrática y de valores que han mostrado élites, políticos y sociedad a
lo largo de los 38 años de democracia y que han permitido desmanes
continuados, incluidas corrupción, torturas, cultura del pelotazo,
ideologías débiles, promesas incumplidas y normas y actitudes
antidemocráticas.
¿Era irremediable la reforma pactada?.
¿Tuvo que ser así? . Hay que reivindicar la lucha antifranquista tanto
de la generación de la posguerra como de nuestra generación , aunque
estuviera reducida a minorías en una época. Con todo no fueron tan
pequeñas. Ya en 1975 se podían estimar en 40.000 los activos vinculados a
redes clandestinas en el Estado español ) y en 1977 en más del doble.
Euskal Herria, Madrid y Barcelona fueron los centros neurálgicos, porque
en el resto la oposición era mucho más débil.
No se puede achacar a una supuesta
debilidad de la movilización y de la oposición el resultado de la
reforma semipactada del 76. Fue más bien muñida entre las élites bajo la
iniciativa de la élite tardofranquista en dos planos: el político y el
económico, cristalizados en la aceptación del cuadro institucional
propuesto e impuesto por Suárez con la Ley de la Reforma de 1976 y de
los Pactos de La Moncloa suscritos al final de 1977.
No se quiso llevar la correlación de
fuerzas a un estadio superior mediante una alternativa general, un
liderazgo y un proceso de movilización directamente político. Se podía
haber logrado -con algo más de tiempo y con otros cauces- algo superior a
la reforma semipactada, aunque probablemente algo inferior a la ruptura
soñada . Y, desde luego, habrían sido posibles una democracia más
profunda que garantizara la generalización de valores democráticos, como
en la época republicana y, al menos, una España plurinacional.
Faltó convicción, especialmente en PSOE y
PCE, que entregaron la primogenitura a los herederos más amables del
régimen. Más que de traición se trató de una claudicación.
Por su parte, Euskal Herria, que siguió
más tiempo en la línea de ruptura, era un pequeño país que difícilmente
podía cambiar el curso de las cosas. Y, desde luego, la lucha armada no
la iba a implantar, ni en el cuadro de una insurrección ni de una
negociación .
Ya no se puede volver al pasado pero sí construir presente y futuro, desde la memoria, los proyectos y otros mimbres.
-----------
Para terminar, volviendo al tema de la
Querella. Su impulso mediante apoyos sociales crecientes nos ayudará no
solo a recuperar memoria y dignidad sino, también, a reconstruir
nuestras sociedades desde valores de libertad y democracia plena.
Comentarios