La formación política del Señorío de Vizcaya


Gabriel Aresti


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La formación política del Señorío de Vizcaya


Está bien claro que antes del concepto de administración política pública que trajo consigo la encumbración de las Monarquías en Europa, nuestra Vizcaya no constituía una entidad política, sino que era un conjunto de centros de población, independientes unos de otros, que venían a común acuerdo seguramente menos que lo que la defensa de sus mutuos intereses haga aconsejable. Aun la misma palabra Vizcaya, a la que tan dispares etimologías se ha dado, nos hace pensar en esta realidad histórica. Desde luego estamos hablando de tiempos anteriores a la existencia de señores y también meramente a la época de los primeros, desde luego, en los predecesores a la Casa de Haro, y acaso también a varios de los primeros de esta Casa. Quizá fuera el más exacto origen del nombre de nuestra provincia, una forma bajo latina, derivada de la misma palabra vasco, en plural neutro, con un cambio en la primera vocal de la palabra. Lo cual vendrían a significar algo así como pueblos vascos o tierras vascas o gente vasca, una acomodación del vernáculo euskalerria.

Sin estudiar los orígenes del Fuero de Vizcaya, nos encontramos con que zonas que lo gozaban entraron a formar parte del cuerpo político del Señorío en épocas inverosímilmente tardías, como por ejemplo, las cinco anteiglesias del valle de Orozco (las cinco con un solo voto, hoy un solo Ayuntamiento) a muy finales del siglo XVIII. Y que otras zonas que también gozaron del Fuero vizcaíno nunca jamás fueron parte del Señorío, como, por ejemplo, los valles de Llodio, Ayala, Arrastaria y Aramayona, aunque el primero de ellos en varias ocasiones solicitara su incorporación.

Nos convenceremos, pues, que Vizcaya era originariamente una serie de centros de población, localizadas desde las peñas de Gorbea y de Orduña hasta el mar, con un régimen jurídico y de derecho distinto del romano y después europeo.

Gernikako Juntetxea, 1827-1833 bitartean eraikia

... corregían o regían con el regimiento nombrado por la Junta Universal del Árbol...

Para la defensa de su particular esencia, y ante la tremenda avalancha del régimen feudal, encontraron un recurso más que ingenioso, dado el alto concepto de honor que existía en aquella época: la de buscar un señor que jurase la defensa y conservación de una legislación que en sí misma negaba el concepto del señorío y pleitesía. Y desde entonces se empeñó una larguísima lucha (lucha que duró varios siglos) entre el Señor y la Junta, lucha astuta y enconada, que terminó con las guerras carlistas del pasado siglo y la sustitución de los antiguos corregidores (de co-regir), que corregían o regían con el regimiento nombrado por la Junta Universal del Árbol por los actuales gobernadores.

Volvemos a los tiempos del Señorío de la Casa de Haro. Los vizcaínos, como todos los vascos en general, tenemos la particular virtud del odio fraternal, y quizá fueron aquellos los tiempos en que el mismo con más fuerza se desarrolló. Empezaría la cosa con la disensión de una familia enriquecida (nunca noble con esta tierra) de Guipúzcoa con otra de Álava, la de Oñaz con la de Gamboa. La primera sería partidaria de lo autóctono, y la segunda, de lo alienígena, un poco a lo carlistas y liberales del pasado siglo.

Perdida la memoria de la razón de la primitiva querella entre oñacinos y gamboínos, tanto en las provincias hermanas de Guipúzcoa y Álava, como en ésta entonces Señoría (sic) de Vizcaya. en el nombre de los antiguos bandos, banderas o parcialidades, se desataron continuas guerras entre los diferentes linajes enriquecidos (nunca nobles en estas tierra) siendo cronológicamente los últimos los de Arteaga y Urquizu.

La tierra llana e infanzona se desangraba, y mientras tanto los señores de la Casa de Haro aprovechaban las disensiones para fundar villas para su particular dominio, villas que en ningún momento gozaron del Fuero de Vizcaya, ya que a todas, menos a la de Lanestosa, que lo fue de francos, se les proveyó del Fuero de Logroño. Estas villas fueron: en la merindad de Busturia: Bermeo, Ondárroa, Lequeitio, Guernica y Rigoitia; en la de Marquina: la de Villaviciosa (hoy Marquina ) y Guerricáiz; en la de Arratia: Villaro y Ochandiano; en la de Durango: la de su nombre y, además, Ermua y Elorrio; en la de Uribe: Bilbao, Plencia, Munguía, Larrabezúa y Miravalles, y en la de las Encartaciones: Valmaseda, Lanestosa y Portugalete.

Además está la ciudad de Orduña. Siempre ha llamado la atención la existencia de esta tierra vizcaína enclavada en tierra alavesa. Ello se explica por el hecho de que toda la tierra medianera entre el enclave y el resto de la provincia gozó siempre del Fuero de Vizcaya, es decir, que fue vizcaína original y luego no reincorporada. Pero volveremos sobre esto más al final.

Es hecho curioso el que tres cosas desaparecieran al tiempo de la tierra de Vizcaya: el Señorío de la Casa de Haro, las guerras de bandos y la fundación de villas. Nos hace suponer que hubo un momento en que los infanzones se cansaron de soportar tanta injusticia de los señores y tanta estulticia de los propios, para acabar con un estado de cosas que no hacía sino poner en peligro la propia existencia de Vizcaya.

Partiría la cosa seguramente de la merindad de Busturia, de las dos anteiglesias de Pedernales y Mundaca, hasta la constitución de la merindad (su nombre significa cinco villas por las cinco fundadas en su territorio) para absorber las dos más pequeñas lindantes con ella, la de Marquina primero, con dos anteiglesias, y la de Zornoza, con cuatro, y llegar al final a un acuerdo con las dos más grandes de Uribe y Arratia (Bedia en el centro, cuyo dominio eclesiástico fue absorbido por razón de su misma situación geográfica). Quedaron fuera de la primera constitución del Señorío tierras plenamente vizcaínas como fueron las Encartaciones, Durango, Orozco, Llodio, Ayala, Arrastaria y Aramayona, es decir, aproximadamente la mitad de la tierra llana.

Las villas desamparadas de la protección de Haro, fueron reducidas prácticamente a sus límites amurallados y viéndose en peligro se confederaron, frente a la confederación de la tierra llana, incluyendo en su cuerpo aun las villas que no estaban dentro de las anteiglesias que empezaron a reunirse bajo el roble de Luno. Ello es la causa de la existencia del enclave orduñés dentro de Álava, ya que si las Encartaciones hubieran optado por Santander y el Duranguesado por Guipúzcoa, en vez de por Vizcaya, de la misma forma que Ayala y Llodio lo hicieron por Álava, los enclaves serían cinco en lugar de uno solo.

A mediados del siglo XVII, las villas y ciudad, para mejor gobierno y menor disparidad de jurisdicción, se unieron definitivamente con la tierra llana, solemnidad que fue conmemorada con la misa que empezó a decirse en la Iglesia juradera de la Antigua de Guernica, ya que las ermitas o iglesias juraderas se destinaban sólo al acto de la jura de los Fueros, y estaban, por los demás, cerradas al culto divino.

Pero nos estamos extendiendo demasiado para un simple artículo periodístico, y cerramos por hoy, con la promesa de otro día volver a machacar este viejo hierro de Vizcaya.

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