1813: la destrucción de San Sebastián



Se conmemora en este año 2013 el segundo centenario del incendio que supuso la destrucción de San Sebastián, ocurrida en el año 1813 el 31 de agosto, durante la guerra de la Independencia de España; y, cosa poco lógica, se recuerda el daño sufrido y no se recuerda que nueve días más tarde se tomó en Zubieta la decisión de reconstruir la ciudad por parte de sus ciudadanos más representativos, y que tres días más tarde, el 12 de septiembre, se juraba por la corporación municipal en San Vicente la Constitución de Cádiz.

Para situar los acontecimientos de esa época debemos repasar el 21 de junio de ese año, en la llanada de Vitoria, en la que los ejércitos francés de ocupación, con José Bonaparte a su cabeza, y el angloportugués del duque de Wellington con refuerzos españoles, milicias y guerrilleros, se enfrentaron en lo que iba a ser la batalla final de la guerra. Cerca de 70.000 hombres contra los 60.000 franceses que tenían, a su favor, superioridad artillera, pero que iban lastrados por un convoy de más de 1.500 carros que se llevaban tanto al ReAsalto de los ingleses a la Brecha por M.Churms

El cuerpo de ejército francés de Foy, que se retiraba por el interior de Vizcaya y Guipúzcoa, por Mondragón y Vergara, pasaba el 27 de junio a San Sebastián, donde dejó una guarnición de 2.600 hombres al mando del Rey. Este preparó la defensa y propuso la salida de la población civil, lo que efectuó una mitad aproximadamente de sus habitantes,

sobre todo los que tenían a donde ir, bien a sus propiedades o a las de sus deudos.

El 28 de junio aparecieron en Ayete los batallones de voluntarios guipuzcoanos que, sin embargo, fueron retirados de la acción, y muy poco después llegaron los angloportugueses con el general Graham al frente, y ya el 12 de julio pasaba revista a los 10.000 soldados el duque de Wellington.

El asedio fue duro y la defensa francesa, heroica. Se llegó a levantar el cerco ante un intento de socorro francés pero, rechazado, se volvió al mismo con más ahínco. Los bombardeos originaban la destrucción de muchas casas del interior de la ciudad y las minas para derribar la muralla en la parte de la Brecha fueron también muy dañinas.

En el asalto final del día 31 de agosto, los angloportugueses sufrieron muchas más bajas que los defensores, estimándose en 500 las de estos y en 2.500 las de los atacantes. Solo la explosión fortuita de un depósito de municiones francés creó el desorden entre los defensores, que se replegaron al castillo.

 A partir de la entrada de los asaltantes en la ciudad se produjo el saqueo, los abusos y los asesinatos por robos. La población civil que estaba en la ciudad fue peor tratada que los defensores franceses, y es muy probable que la codicia sobre supuestas riquezas de San Sebastián, ciudad de comerciantes que durante el periodo napoleónico mantuvo un comercio muy próspero con la vecina Francia, aumentara el ansia de botín entre los asaltantes. Durante seis días imperó el terror y el desorden entre las calles humeantes de la destruida ciudad.

El día 8 de septiembre de 1813 en Zubieta, en la casa Aizpúrua, se reunieron los representantes de la ciudad para decidir reconstruirla de nuevo y volver a levantar de entre sus ruinas una nueva San Sebastián con nuevo trazado y nuevas edificaciones. Asimismo, el 12 de septiembre de 1813 en la iglesia de San Vicente se juró la Constitución como muestra de adhesión al nuevo orden constitucional.

Estos hechos, cuyos protagonistas fueron los donostiarras, han hecho realidad la ciudad que hoy conocemos y creemos que son más importantes para celebrarlos que el aciago día de su quema y destrucción.

Esperamos que las autoridades, a todos los niveles, tengan en cuenta tales fechas para hacer las correspondientes celebraciones y recuerdos, sin inventos ni mixtificaciones.y francés como a los nobles y burgueses, españoles afrancesados, que se retiraban con él hacia Francia.
San Sebastián antes de 1813
Un cuerpo de ejército francés del general Foy se situaba en la costa del Norte para proteger el flanco derecho amenazado por la escuadra inglesa, y otro del general Clausel se había desplazado a Navarra a perseguir al guerrillero Mina, lo que le permitió a Wellington plantear la batalla con esa superioridad numérica citada.

La contienda se prolongó durante tres días y terminó con la derrota y desbandada de los franceses, que se retiraron hacia Pamplona, perdiendo toda la artillería con más de 150 cañones. Pero al pillar tan cuantioso botín, los soldados ingleses y portugueses cesaron en la persecución del enemigo, permitiendo su reagrupamiento y su retirada en mayor orden del esperado. Aunque el mismo Rey José estuvo apunto de ser capturado, su Guardia Real le permitió salir del trance y llevarse una parte de los tesoros.

Este hecho del pillaje por parte de los soldados ingleses y portugueses enfadó sobremanera a Wellington, que hizo declaraciones injuriosas sobre sus tropas. “Es una chusma que solo viene por el vino y por el pillaje”. Entre otros bienes abandonados por los franceses, cinco millones de duros en moneda de plata que cayeron en manos de los vencedores. Wellington, que esperaba quedarse con ese tesoro, se tuvo que conformar con 275.000 francos, lo que le irritó bastante.

En compensación, recibió el regalo de los 83 cuadros de valor extraordinario que fueron rescatados y que Fernando VII le donó posteriormente. Los cuadros se pueden ver hoy día en la casa-museo del Duque en Londres.

El general Álava consiguió un escuadrón de caballería inglés que protegió a la ciudad de Vitoria y se evitó el pillaje de la misma. Siendo tanto lo que se halló en el campo de batalla, los soldados no pusieron inconveniente en esa acción, y es fama que de todos los pueblos de La Rioja, Burgos, Vizcaya y Guipúzcoa, Oñate, etc., acudieron los campesinos a recoger lo que los soldados no querían y sin embargo a ellos les interesaba: las carretas y los tiros, los enganches, las herramientas, los muebles y vestidos, espejos y candelabros, toda la enorme caravana de los palacios madrileños que no llegó a seguir a sus dueños.

En aquella época el pillaje y saqueo de los vencidos era bastante normal y si además tenemos en cuenta que los soldados portugueses venían muy mal pagados, con una severísima disciplina que les imponían los oficiales británicos, es explicable que en los momentos en que excepcionalmente se rompía esa disciplina se convirtieran en desalmados. Los saqueos de Ciudad Rodrigo y de Badajoz eran precedentes de lo que luego sucedió en San Sebastián.
Asalto de los ingleses a la Brecha por M.Churms
El cuerpo de ejército francés de Foy, que se retiraba por el interior de Vizcaya y Guipúzcoa, por Mondragón y Vergara, pasaba el 27 de junio a San Sebastián, donde dejó una guarnición de 2.600 hombres al mando del Rey. Este preparó la defensa y propuso la salida de la población civil, lo que efectuó una mitad aproximadamente de sus habitantes, sobre todo los que tenían a donde ir, bien a sus propiedades o a las de sus deudos.

El 28 de junio aparecieron en Ayete los batallones de voluntarios guipuzcoanos que, sin embargo, fueron retirados de la acción, y muy poco después llegaron los angloportugueses con el general Graham al frente, y ya el 12 de julio pasaba revista a los 10.000 soldados el duque de Wellington.

El asedio fue duro y la defensa francesa, heroica. Se llegó a levantar el cerco ante un intento de socorro francés pero, rechazado, se volvió al mismo con más ahínco. Los bombardeos originaban la destrucción de muchas casas del interior de la ciudad y las minas para derribar la muralla en la parte de la Brecha fueron también muy dañinas.

En el asalto final del día 31 de agosto, los angloportugueses sufrieron muchas más bajas que los defensores, estimándose en 500 las de estos y en 2.500 las de los atacantes. Solo la explosión fortuita de un depósito de municiones francés creó el desorden entre los defensores, que se replegaron al castillo.

A partir de la entrada de los asaltantes en la ciudad se produjo el saqueo, los abusos y los asesinatos por robos. La población civil que estaba en la ciudad fue peor tratada que los defensores franceses, y es muy probable que la codicia sobre supuestas riquezas de San Sebastián, ciudad de comerciantes que durante el periodo napoleónico mantuvo un comercio muy próspero con la vecina Francia, aumentara el ansia de botín entre los asaltantes. Durante seis días imperó el terror y el desorden entre las calles humeantes de la destruida ciudad.

El día 8 de septiembre de 1813 en Zubieta, en la casa Aizpúrua, se reunieron los representantes de la ciudad para decidir reconstruirla de nuevo y volver a levantar de entre sus ruinas una nueva San Sebastián con nuevo trazado y nuevas edificaciones. Asimismo, el 12 de septiembre de 1813 en la iglesia de San Vicente se juró la Constitución como muestra de adhesión al nuevo orden constitucional.

Estos hechos, cuyos protagonistas fueron los donostiarras, han hecho realidad la ciudad que hoy conocemos y creemos que son más importantes para celebrarlos que el aciago día de su quema y destrucción.

Esperamos que las autoridades, a todos los niveles, tengan en cuenta tales fechas para hacer las correspondientes celebraciones y recuerdos, sin inventos ni mixtificaciones.

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