En casa de herrero, empresa de catering
Cuando aterricé en el Parlamento Vasco me llamó la atención el ritmo de trabajo de la Comisión de Medio Ambiente, Planificación Territorial, Agricultura y Pesca; la cantidad de iniciativas que debatíamos destinadas a ayudar o impulsar el sector primario. Entre otras cosas, hablábamos de ampliar las ayudas minimis de los distintos subsectores agrícolas, aquellas que en virtud de su cantidad no deben de comunicarse en aras a salvaguardar la competencia. Votábamos a favor de ampliar esas minimis, pero las voces de los subsectores agrícolas destapaban otra realidad: aspiraban a que su futuro pasara por algo más que vivir de meras subvenciones. Ese algo más significa que las instituciones aborden de otra manera las preocupaciones agrícolas, yendo a la verdadera raíz de los problemas en cada caso. Ese algo más jamás se debate en la comisión del Parlamento.
La idea anterior fue reiterada por las comparecencias de los sindicatos en la comisión. Reivindicaban algo tan sencillo como lo siguiente: poder obtener un precio justo y digno de los productos que cultivan. Digno significa que, por el esfuerzo ingente y el gran trabajo que realizan, puedan exigir lo que por ello consideran justo y les corresponde. Ni más, ni menos. Y en este mercado capitalista globalizado eso es imposible.
Y en la comisión del Parlamento seguimos y seguiremos  debatiendo cómo ayudar al sector. Ante esa pregunta, he aquí la cuestión  que me sorprende: la propia administración se aplica el famoso refrán,  "en casa de herrero, cuchillo de palo". Es decir, la Administración no  aprovecha su propia sinergia que se resumiría en la siguiente fórmula:  invierto dinero público en los comedores escolares, fomento la  agricultura vasca y mejoro la alimentación de los escolares. Porque la  Administración se convierte en potencial y efectiva consumidora de  productos agrícolas y ganaderos. Hospitales, residencias y colegios  públicos consumen productos alimenticios, por ejemplo.
Se me ocurrió centrarme en la situación de los comedores de  los colegios públicos, conocer cómo funciona el sistema de  abastecimiento de los mismos y saber si se aprovecha la ya mencionada  sinergia. Si tanto nos devanamos los sesos pensando cómo ayudar al  sector, pensé que era lógico que el sistema de comedores de los colegios  públicos empleara para abastecerse circuitos ultracortos. Es decir,  comprar productos directamente a los productores (locales, por  supuesto), sin intermediarios que encarecen el precio y buscando la  calidad. En su defecto, buscar comerciantes de la zona y utilizar  circuitos de producción y venta cercanos. Fui un iluso al pensar que así  sería.
Existe, desde el año 2000, una norma (la Orden de 22 de marzo  de 2000, del consejero de Educación, Universidades e Investigación) por  la que se regulan los comedores escolares de los centros docentes  públicos no universitarios en los niveles de enseñanza obligatorios y  Educación Infantil. En su artículo 10, se establece que los centros  deben contratar obligatoriamente empresas de catering a la hora de  gestionar los comedores. Empresas que les proveerán la comida elaborada,  o les proporcionarán el propio servicio de cocina. La orden no  contempla la autogestión de su propio servicio de comedor. Autogestión  que, por ejemplo, posibilitaría la compra directa a los productores  locales, elaborar ellos mismos los alimentos con una mayor calidad de  los productos y, por qué no, el ahorro económico que conlleva prescindir  de intermediarios. Por suerte, fuera de esa orden vigente de Educación  existen algunos comedores que se autogestionan. Así, por ejemplo, se  evitan situaciones como la que destapa un estudio de EHNE: en los  comedores escolares de la comarca de Lea-Artibai (comarca agrícola, por  cierto), el 90% de los productos que se consumen son de fuera de la  misma, el aporte nutricional de los menús es escaso, inadecuado para el  desarrollo de niños y niñas, y al realizar los mismos, no se tiene en  cuenta la estacionalidad de los productos.
Se me amontonan las preguntas: ¿Es ilegítimo que un centro  vele por sus alumnos y alumnas y busque mayor calidad en sus alimentos?  ¿Por qué no se permite que los centros gestionen sus propios menús y  decidan dónde quieren adquirir los productos o decidan si los elaboran  ellos mismos? Pensé que, como la tónica general de las últimas décadas,  la excusa para sostener el sistema actual de empresas de catering  subcontratadas iba a ser economicista: escasez de recursos. Para  corroborar la hipótesis, Aralar pidió datos mediante una pregunta  parlamentaria: en los centros públicos se paga una media de 3,6 euros  por persona por el servicio de comedor. Según el Departamento de  Educación, esta cifra cubre un 30% del servicio de la empresa de  catering, y el 70% restante lo cubre el propio departamento. Por lo  tanto el 100% del coste del servicio de comedor con empresas de catering  ronda los 12 euros, por alumno. Así, empresas como Auzo-Lagun o  Gastronomía Vasca se embolsaron 29 y 12 millones de euros,  respectivamente. En total, el coste para las arcas públicas es el  siguiente: 7 empresas de catering cobran 88 millones de euros.
He conocido también un comedor autogestionado, con cuotas de  3,75 euros (15 céntimos más elevadas que en el resto sin subvenciones  adicionales) donde, cuando es posible, los productos son locales, de  mayor calidad, los menús son más acertados y las condiciones laborales  de las trabajadoras mejores. ¿A quién beneficia la existencia de  empresas de catering? Saquen conclusiones.
Aralar ha presentado una propuesta en el Parlamento, que se  debatirá entre septiembre y octubre para modificar la mencionada orden y  fomentar la libertad de cada centro para que elija su modelo de gestión  de comedores. ¡Pongamos freno a la bipolaridad de la política! No sirve  de nada fomentar cierta política si la propia Administración se vende a  intereses privados y mercantilistas. Ayudemos al sector primario y  defendamos la salud de nuestros niños y niñas, también aprovechando la  potencialidad de la Administración.
Dani Maeztu
Durango, 1974 Abokatua da, ingurumen gaietan aditua. Aralarkidea 2002 urtetik eta Durangoko udaletxeko zinegotzia 2003ko hauteskundeez geroztik.
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