
«Los movimientos sociales pueden abrir procesos que cambien de verdad la política»
Josu  Larrinaga e Iñaki Barcena
Miembros de Parte Hartuz
El Área de Urbanismo del Consistorio  bilbaino encargó al equipo de  Parte Hartuz, conformado por profesores de  Ciencias Sociológicas de la  UPV-EHU, un estudio exploratorio sobre las  posibilidades de poner en  marcha un proceso participativo en la revisión  del Plan General de  Ordenación Urbana (PGOU). En ello están desde 2009,  y para otoño tienen  previsto la realización de talleres y entrevistas.
Parte Hartuz lleva desde 2009  elaborando un trabajo que pretende analizar cauces de participación en  el proceso de revisión del PGOU de Bilbo. ¿Qué respuesta están  recibiendo de los diferentes agentes?
Desigual, pero esperanzadora. Existen tensiones y conflictos que no  podemos ni queremos evitar, pero constatamos que en muchos sectores de  la administración municipal se vive con interés todo lo relacionado con  la participación ciudadana y que se contempla en muchos casos como una  cuestión a afrontar.
Entre los movimientos sociales también hay, como es lógico, interés  porque se abran nuevos cauces para la participación, pero las anteriores  experiencias no son ejemplares. Las asociaciones de vecinos, por  ejemplo, han hecho de esta cuestión una reivindicación de carácter  central. Ecologistas y feministas han realizado numerosas aportaciones  en cuestiones relacionadas con el urbanismo. Se echa de menos un mayor  interés de otros agentes como los sindicatos. En general, las respuestas  están siendo positivas. Y siempre hay que dejar claro que no somos  perfectos, igual no hemos sabido llegar a todo el mundo, pero lo  intentamos.
En los sectores empresariales el interés es desigual, se ha llegado  más a hosteleros o comerciantes que a otros sectores más ligados a  actividades inmobiliarias y de construcción que, seguramente, están  acostumbrados a otros procedimientos para influir en la política de la  ciudad. A su vez, para que el proceso madure es necesaria una mayor  implicación de todos los sectores concernidos. Puede parecer un círculo  vicioso, pero en los procesos participativos a base de insistencia y  buena disposición esos círculos pueden o suelen ser de carácter  virtuoso. En manos de todos los implicados está.
¿Creen que los responsables del  Consistorio tendrán en cuenta sus sugerencias?
Bueno, nos han pedido que hagamos este trabajo y pagan por ello, dan  la cara ante los invitados a seminarios, jornadas y talleres..., se ha  establecido una relación muy fluida con los miembros de la Oficina  Técnica del PGOU. Trabajamos a gusto. Por otro lado, teniendo en cuenta  los plazos, es muy posible que los responsables políticos actuales del  Ayuntamiento no sean los mismos al final del camino.
¿No tienen la sensación de que este  tipo de trabajo tan sólo sirve a los representantes institucionales para  dar cierto barniz participativo a decisiones adoptadas de antemano?
En Porto Alegre también el PT invento así, de arriba abajo y pasando  de las asociaciones ciudadanas adversas a sus políticas, el presupuesto  participativo. Las experiencias sobre participación en políticas  municipales, algunas muy exitosas y bien valoradas y otras fracasadas,  pueden servir para legitimar decisiones tomadas de antemano. Suele  depender de muchos factores impredecibles entre los que hay que hablar  de las distintas correlaciones de fuerzas entre partidos políticos,  agentes sociales y económicos implicados en el proceso.
En la democracia convencional, los mandatarios municipales están  relativamente legitimados para imponer sus decisiones: han sido elegidos  en unas elecciones democráticas que se celebran cada cuatro años, etc.  Aquí habría que hacer alguna salvedad importante para la situación  actual en Euskal Herria y en concreto en Bilbao, que estará en la cabeza  de muchos lectores, pero incluso obviando esa cuestión hay que decir  que cada vez más políticos y en más lugares piensan que pueden  relegitimar sus decisiones mediante procesos participativos. No se  corresponde a nuestro ideal, pero algo es algo.
Y al mismo tiempo los movimientos sociales -vecinales, ecologistas,  feministas, etc.- se han dado cuenta de que pueden utilizar esas  necesidades de relegitimación de los políticos para ampliar los espacios  de esos procesos participativos y convertirlos en verdaderas  alternativas a la gestión política convencional. En manos de esos  movimientos sociales está, al menos en parte, el acertar o no en la  apertura de esos nuevos espacios y procesos que transformen de verdad la  política. Unido a esto, una reflexión más centrada en el caso de Bilbo:  a nuestro entender movimientos como el vecinal se equivocarán si  piensan que su legitimidad está dada y debe ser reconocida por los  poderes públicos mediante la participación en tal o cual consejo asesor  (que sólo suelen tener funciones consultivas). La legitimidad de los  movimientos sociales se consigue en su habitat, en la movilización y en  la presentación de alternativas a los modelos urbanos imperantes.
Tanto en Olabeaga como en Zorrotzaurre  también se impulsaron unos talleres participativos y luego se  impusieron los criterios de la Administración y sus urbanistas  «estrella». ¿Qué diferencia hay en su proyecto respecto a aquellos?
Cada caso es distinto. Las diferencias se darán o no en el proceso en  función de las dinámicas desarrolladas por todos los agentes  implicados. En todo caso, al menos a nivel teórico, seguro que todos  están de acuerdo con nosotros en plantear que siempre será mejor que los  desacuerdos se solventen mediante  procesos de participación que  mediante la judicialización de los conflictos, u otras alternativas  peores.
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